Diario de León
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Opinión | javier valenzuela

Durante la última década ha surgido una extraña costumbre en las sociedades occidentales: todo el mundo se quiere disfrazar de Robin Hood. Se han agotado las mallas verdes y a cada paso que se da surge un imitador del afamado héroe británico.

Parece que se ha iniciado una lucha global contra Juan sin Tierra y el sheriff de Nottingham. En el bosque Sherwood ya no habitan solo grupos de ecologistas, sino que cada vez más ciudadanos instalan su residencia en él. La mentalidad «verde» se ha convertido en una realidad tangible debido a que se ha sembrado una idea en la conciencia colectiva: el medioambiente es una responsabilidad de todos.

El periodismo no ha permanecido ciego ante estos movimientos migratorios. Antes, los medios de comunicación solo informaban sobre grandes catástrofes ecológicas; el día a día de los habitantes del bosque nunca recibía cobertura mediática. En la actualidad, esta práctica profesional ha quedado postergada al olvido.

Como consecuencia del interés creciente que evoca la información en torno al bosque de Sherwood ha surgido el periodismo medioambiental. Una especialidad informativa que ya posee un hueco propio en las redacciones de los diferentes medios gracias a la labor de unos profesionales especializados que producen contenidos de gran calidad.

No obstante, su labor no se caracteriza por su facilidad ya que en su lucha diaria deben hacer frente a tres problemas. El primero de ellos es que aún perviven muchos Juanes sin Tierra que dificultan el trabajo de estos periodistas. Su labor diaria es un complejo ejercicio de equilibrismo en el que deben conseguir ofrecer una información clara y sencilla sobre contenidos complejos; y, también, convencer al medio de que es de interés general y que merece espacio-¦ Todo esto sin caerse.

El segundo de los conflictos ha surgido en los últimos años. La penetración de Internet ha incrementado a una velocidad trepidante y esto ha ocasionado una serie de cambios conceptuales en la distribución de la información. Han surgido nuevos soportes, como páginas web y redes sociales, que han aumentado el número de receptores potenciales del mensaje; no obstante, también es cierto que ahora todos los usuarios de la Red pueden emitir información sin necesidad de pasar el filtro de la censura. Ante esta situación, el periodista medioambiental no puede obviar su responsabilidad y se debe erigir como moderador de un debate global.

Y, el tercer y último problema, es que deben realizar todo esto sin perder de vista al verdadero Robin Hood. Han surgido miles de simpatizantes, seguidores e imitadores, pero el periodista medioambiental no puede confundir la realidad por muy perfecto que sea el disfraz. Se debe dejar a un lado la máscara y centrarse en la esencia, que, al final, no es otra cosa que la conciencia de que el medioambiente y su conservación es uno de los mayores retos a los que debe hacer frente la humanidad.

Se trata de un desafío muy complejo ya que todos los habitantes de la Tierra están inmiscuidos. La sociedad al completo debe actuar y el periodismo es el espejo en el que observarán su aspecto. Por esta razón, es muy importante saber distinguir los reflejos de los espejismos sin perder nunca el rumbo: todo recto en busca de la verdad.

Para analizar el camino que se ha andado y lo que queda por andar, algunos de los habitantes más influyentes del bosque de Sherwood se van a reunir en Valladolid los días 26 y 27. La junta vecinal se llamará «Jornadas de Comunicación y Medioambiente».

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