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Mario Amilivia y Fernández Costales a su llegada a las Cortes.

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León

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La andanada. | Pedro Vicente.

S i alguien pensaba que Alejandro Valderas, el único procurador leonesista salido de las pasadas elecciones autonómicas, no iba a dejar su impronta en las Cortes de Castilla y León, ni conoce al político bañezano ni tampoco la historia de la UPL. Valderas aprovechó el ritual de la jura o promesa del escaño para saltarse la fórmula establecida y en lugar de jurar por la Autonomía de Castilla y León, hacerlo simplemente «por la Autonomía de León».

El hecho nos retrotrajo por un instante a 1995, a la sesión constituyente de las Cortes de la IV Legislatura, la primera en la que la UPL obtuvo representación en el Parlamento. Aquel día Rodríguez de Francisco, Joaquín Otero y Concepción Farto actuaron de forma muy similar, provocando un tenso incidente, ya que el entonces presidente de la Cámara, Manuel Estella, consideró que la toma de posesión de los tres procuradores leonesistas no podía considerarse válida.

La diferencia es que ayer la presidenta, Josefa García Cirac, que acababa de ser elegida, no planteó ninguna objeción y dejó que la sesión continuara con toda normalidad. Al igual que hicieran entonces Rodríguez de Francisco, Otero y Farto, Valderas rehusó recoger la medalla oficial de las Cortes de Castilla, aunque haciendo gala de su formación archivística sugirió que la misma fuera depositada en la antigua Casa de la Moneda de Segovia. Este último encargo tendrá que esperar, ya que, después de rehabilitado el edificio, la antigua ceca segoviana hoy por hoy no alberga todavía ningún fondo numismático.

Lo cierto es que, en una sesión meramente protocolaria de lo más aburrida, Valderas consiguió su primer minuto de gloria. Y menos mal que a nadie se le ha ocurrido cuestionar la validez de su toma de posesión, ya que ello plantearía un problema legal de mucho más alcance. Por razones harto difíciles de entender, el protocolo de la sesión constituyente de las Cortes contempla las votaciones para elegir al presidente, vicepresidentes y secretarios de la Cámara con anterioridad a que los procuradores juren o prometan el cargo.

De tal suerte que Valderas y los otros 83 parlamentarios llevaron a cabo las correspondientes votaciones antes de haber adquirido formalmente su condición de procuradores. Nadie lo entiende, pero con el Reglamento en la mano, ese es el orden fijado.

Si el procurador de la UPL se dejó notar dentro del hemiciclo, en las afueras del «mausoleo» del vallisoletano barrio de Villa del Prado los que se hicieron oír fueron unas cuantas decenas de «indignados» concentrados para la ocasión. La verdad es que el fuerte dispositivo judicial (seguramente superior en número al de los manifestantes) no se lo puso nada fácil. Es difícil que su conocido grito -«Que no nos representan, que no»- llegara a oído de los procuradores y cargos públicos invitados, ya que la inmensa mayoría de ellos accedieron al edificio en coche, sin necesidad de toparse con ningún «indignado». Ni siquiera Gaspar Llamazares, que se desplazó a Valladolid invitado por el procurador de IU, José María González, se acercó a los concentrados.

Por primera vez en la historia de las Cortes de Castilla y León, la sesión constituyente de la misma no tuvo como colofón el consabido vino español. Un gesto de austeridad en plena crisis al que quizá contribuyera la concentración de los «indignados». Si ha sido así, su presencia al menos ha servido para ahorrar al erario unos miles de euros.