Costumbres de antaño y hogaño
Los pueblos de la autonomía tratan de recuperar los usos del pasado.
No son muy habituales ya en la Comunidad, pero aún muchos pueblos las celebran. La Navidad supone una ruptura total de la vida diaria y cotidiana, plagada de ceremonias de carácter público y privado, costumbres de antaño dedicadas al culto, aunque también las hay paganas, que se desarrollan entre el 24 de diciembre y el 6 de enero. Todas giran en torno a tres grandes noches: Nochebuena, Nochevieja y noche de Reyes.
Cada religión adopta sus propias costumbres e icono. Para los católicos el símbolo navideño por excelencia es el Belén y para los protestantes el árbol de Navidad. La conservadora del Museo Etnográfico de Castilla y León Ruth Domínguez recuerda que el primero es una representación tridimensional de la llegada al mundo de Jesús, y matiza que en los siglos IV y V ya existían en bajorrelieve pesebres navideños.
Es habitual ver en algunas localidades de la Comunidad, año tras año, belenes vivientes, como ocurre por ejemplo en San Esteban de Gormaz (Soria), que tiene lugar en Nochebuena y en el que prácticamente participan todos los habitantes de la villa. De hecho, aún se conservan asociaciones belenistas en varias provincias de la Comunidad. En cuanto a la tradición del árbol, explica Domínguez, nació en las culturas indoeuropeas paganas, especialmente en colectividades agrícolas, como símbolo «que enlaza el cielo y la tierra a través de su verticalidad y como espíritu de la fecundidad».
Pero aunque se creara como icono alejado de la realidad castellana y leonesa, la conservadora del Etnográfico desvela que actualmente no es extraño ver en algunos pueblos de la Comunidad a los quintos del año «recoger en el monte un árbol, generalmente un pino, que sitúan al lado de la iglesia y lo adornan con luces, cintas, bolas y una estrella en lo alto de la copa». José Luis Puerto, en su estudio sobre celebraciones de solsticio en la Sierra de Francia, indica que en esta zona de Salamanca existe la creencia de que durante el solsticio de invierno, el 24 de diciembre, los árboles se preñan, es decir, comienzan a germinar para dar luego sus frutos.