Cándido Méndez pide al Gobierno que «abandone la triple A de la austeridad» y que «apueste decididamente por la creación de empleo»
El secretario general de UGT sostiene que España debe «plantearse qué modelo tendrá en 15 o 20 años» y muestra su rechazo al estilo «asocial anglonorteamericano» y al «neoesclavista asiático»
El secretario general de UGT, Cándido Méndez, pidió hoy al Gobierno de Mariano Rajoy que «abandone la triple A de la austeridad» por «la solidaridad» y que dé «pasos más generosos y realistas» encaminados a «apostar decididamente por estímulos a la creación de empleo» y no por la reducción del «déficit», que, a su juicio, «ahonda en la destrucción» de puestos de trabajo.
Méndez aseguró que el país está en una «situación de emergencia», con más de 6,2 millones de parados, un 57 por ciento de los jóvenes menores de 25 años sin puesto de trabajo y 1,9 millones de hogares que no reciben ningún tipo de renta, un «camino de perdición» que, según dijo en Valladolid, en el acto de clausura del sexto congreso de UGT Castilla y León, «no tiene aspecto de acabarse» hasta que el Gobierno «no cambie de manera radical» e «invierta sus prioridades».
El sindicalista se mostró muy duro con un Ejecutivo central que «no tiene nada que aportar» y que tildó de «irresponsable» por «convocar una rueda de prensa», en referencia al Consejo de Ministros del viernes, para «decir de manera resignada e impotente que el paro seguirá creciendo».
Según el escenario macroeconómico dibujado por el equipo de Rajoy hace dos días, Cándido Méndez afirmó que habrá que «esperar» 24 años, al 2037, para que la tasa de paro se reduzca al 15 por ciento, una cifra que para él «también es intolerable». «No se puede seguir en este sendero», con la «obsesión permanente por la reducción del déficit como único objetivo», reiteró.
El máximo responsable de la Unión General de Trabajadores sostuvo que España debe «plantearse el debate de qué modelo tendrá en 15 o 20 años», para lo cual habrá que «intentar buscar un gran acuerdo político y social para proteger el empleo y las pymes a corto plazo» e «impulsar, a medio plazo, un cambio de modelo productivo alternativo a la construcción» y basado en que «el sector industrial vuelva a funcionar».
En la misma línea, se lamentó de la «escabechina» de las cajas de ahorro, ya que éstas eran «el soporte de financiación de las pymes», y propuso como «alternativa» una «banca pública» compuesta «por las entidades nacionalizadas más el Instituto de Crédito Oficial». En el caso de la construcción, abogó por buscar como vía para su reactivación «las infraestructuras y la rehabilitación de viviendas».
Rehn, el «bombero pirómano»
Sobre la relación de España y los países del sur con la Unión Europea, Cándido Méndez arremetió contra la «doble vara de medir» usada por Bruselas y, especialmente, contra el comisario europeo de Asuntos Políticos y Monetarios, el finlandés Olli Rehn, de quien dijo que «oficia de bombero pirómano», al criticar la tasa de paro española y, a la vez, pedir al Gobierno de Rajoy que «no se mueva de la senda de recortes» cuando estos «son el origen de las cifras de paro».
Méndez aseguró que en esta materia «el movimiento sindical europeo y el español coinciden prácticamente al cien por cien» y que «no hay dos visiones», ya que el objetivo fundamental para uno y otro «son los derechos de los trabajadores». «Las organizaciones sindicales somos los objetivos intermedios, pero el fundamental son esos derechos», dijo en referencia a las políticas de la UE y del Ejecutivo español.
Para el sindicalista, la Unión atraviesa una «edad del plomo», tras una «edad de plata» para el Estado del bienestar europeo entre 1945 y 1975 y una «edad de bronce», que coincidió con la incorporación de España al entonces mercado común. En la actualidad, el peligro radica para Méndez en que el «modelo social europeo quede en la cuneta y arrumbado» y que, en su lugar, se «imponga el modelo asocial anglonorteamericano» o el «neoesclavista asiático».
Cándido Méndez termino su intervención con un alegato a favor de «abrir» los sindicatos y hacerlos «más fuertes» y de «acabar con algunos tics», como el considerar a estos como «partidos políticos». «Aquí, los cabezas de cartel no somos imprescindibles. Lo que importa es la tripulación de la nave», señaló, para luego pedir a sus compañeros «reflexión y autocrítica» y que coloquen al «afiliado» como «epicentro» de la «estructura».
Entre los aplausos de sus compañeros, el sindicalista puntualizó que la UGT es «un faro de esperanza y compromiso para la democracia y el progreso del pueblo trabajador» y que «su grandeza» no está «tanto en la fuerza material sino en los valores ideológicos que encarna».