Diario de León
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ernesto escapa
León

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Los debates anuales sobre el Estado de la Comunidad tienen una doble vertiente: revisan el pasado y proyectan el futuro. En este caso, el examen no admite pamplinas, porque el curso ha sido duro. Incluso inclemente con los más débiles. Aunque el leonesista Alejandro Valderas no se enterara mucho, podría afirmarse que fue y está siendo devastador para León: minería, pérdida de población, crecimiento del desempleo, despedida del Ave, olvido de los compromisos de obras y progresiva jibarización hasta la insignificancia de nuestra centenaria entidad de ahorro. Hay asuntos en los que su partido ha tenido parte, como la catástrofe de la Caja, pero otros ni los ha olido, así que no se entendía su deriva en el debate, donde compareció con un tedioso arqueo de menudencias y alguna ruidosa metedura de pata.

Los jerarcas del hemiciclo habían dispuesto que los dos procuradores del Mixto tenían derecho a tanto tiempo como el portavoz socialista, con 29 parlamentarios. No les valió de mucho, porque sus intervenciones escalaron lo anodino o ni siquiera despegaron, como le ocurrió a Valderas. José María González, de Izquierda Unida, y Valderas tenían sobrados argumentos para toser alto. Pero se les pasó la vez en circunloquios. Valderas se enredó con el recuento de demoras, a la vez que glosaba la ocurrencia territorial de Fernando Rey, un leonés de San Salvador del Nido, catedrático de Constitucional en Valladolid, que es miembro del Consultivo de Amilivia. Por su parte, José María González aliñó su parlamento con excesivo adobo ideológico. Tanto, que acabó asfixiando la expresión de asuntos clamorosos, como su demanda de una comisión que investigue la corrupción en los funerales de las Cajas de Ahorro.

Ni Herrera ni Óscar López mostraron muchas ganas de mirar atrás. El gobernante asumió la negritud del legado y el opositor lo selló como bienio negro. Ambos se saben rehenes de decisiones de sus partidos que no siempre coinciden con los intereses de sus representados. Por eso, después de los pellizcos de ordenanza, tienden a buscar el acuerdo, para proyectar juntos un futuro de horizontes menos inciertos. A fin de poner el arreglo en suerte, Herrera tocó las narices por la mañana con la mención recurrente de los acuerdos alcanzados con el secretario general socialista Julio Villarrubia, mientras dejaba para la siesta una nueva invitación al pacto, recabando apoyo para su proyecto legislativo más importante: la Ordenación del Territorio. Que debe convertirse en blindaje del municipalismo autonómico frente a los atropellos de la reforma emprendida por Soraya y Montoro.

Aunque sus itinerarios sean distintos, Herrera y López van de vuelta y no tienen ninguna gana de que les amuele el tránsito cualquier ocurrencia de Madrid. Quizá por eso, de un tiempo a esta parte resulta más ostensible su tendencia a entenderse. Pero nunca como en este debate. La desolación de la minería es quizá el mejor ejemplo. Los socialistas le pusieron fecha de caducidad, mientras los populares incumplen los pagos comprometidos. Así que no se murió ella sola, sino que la mataron entre unos y otros. Para aplacar el desgarro de ese drama creciente, se establece un Plan de Empleo Minero, aunque dotado de momento con la racanería de un escuálido millón. Que sea el comienzo.

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