Pamplinas navideñas

La instrucción cazurra permite poner nombre a las cosas o llamarlas por su apariencia. Mi primer impulso para la crónica de estos días soleados de frío fue echar mano de la contumelia, que es el oprobio dicho a la cara, sin remilgos. Pero enseguida reparé en la temeridad y opté por su reverso: la pamplina. Es como si el salto desde San Andrés (que parece lo que es) a San Eloy nos hubiera trastornado a todos y las tribulaciones de noviembre se hubieran convertido de repente y por ensalmo en celebraciones de dicha navideña. Pero todo sigue más o menos como estaba.

La alta velocidad continúa estancada en Valladolid, los aeropuertos a punto de clausura, los pueblos temblando por la reforma local y el drama de las preferentes con picos de esperpento. La semana de la Constitución nos refresca el perfil de los ministros de Madrid. El de Educación se sube a los resultados del Informe Pisa para justificar sus recortes, diciendo que tampoco en la enseñanza el dinero garantiza la felicidad. Pero ese examen arroja un buen balance para la educación de nuestra Comunidad, donde existe una tradición de fomento y salvaguarda de la instrucción que no doblegan ni las podas de Wert.

Aunque no lo sepa el charlista, esta tierra tiene el honor de haber aportado a la educación española el ministro que elaboró una ley de instrucción pública vigente durante más de cien años. Luego vino el trasiego de las mudanzas, en el que seguimos. Claudio Moyano era de La Bóveda de Toro, el pueblo zamorano que concentró la emigración a las minas de Carrocera. La ley Moyano se aprobó en 1857 y permaneció vigente hasta 1970. Pero hay otro índice revelador del estado de la educación, que responde a la inquietud de los regeneracionistas por conocer y enderezar la situación del país. Es el Viaje por las escuelas de España , del salmantino Luis Bello.

La edición disponible de aquella pesquisa apasionante es de 2005 y corresponde a la Junta de Castilla y León. Bello hizo su viaje entre 1925 y 1930 y de todo su recorrido resaltó a León como «la provincia modelo». Luego, el resto de las provincias castellanas y leonesas, dejando claro ya entonces cómo en los territorios del norte había un mayor aprecio por el legado de la educación. Han pasado los años, han circulado inversiones, se ha prodigado la creación de colegios y universidades, se han sucedido leyes y reformas, pero el mapa de la educación sigue siendo sustancialmente el mismo. Porque la base de esa labor tiene que ver con el aprecio social y con el respaldo familiar. Algo que entre nosotros no llegó a faltar nunca, a pesar del repertorio de ministros que hemos padecido. En ese escenario, el consejero Juan José Mateos constituye un ejemplo de rigor y sentido común.

Pero no quiero disolver la pamplina ambiental con que nos acercamos a las Navidades. En el parlamento, la baraja de enmiendas va consumiendo jornadas, hasta que llegue la semana de la lotería. Total, para nada, porque como cada año otra vez los presupuestos van a salir sin atender las recomendaciones de la oposición. Así que el trámite se convierte en una forma como otra cualquiera de justificar el gasto. Mientras, Montoro cede con la reforma local, porque la rebelión de los inspectores le desnuda los caprichos de la Agencia Tributaria. Y la parranda de las preferentes alcanza visos de esperpento. Hasta un bebé berciano aparece entre sus víctimas.