VERLAS VENIR
Tampoco tenemos tranvía
E l palmetazo socialista de Madrid despierta otro de los disparates de nuestra última temporada de arruinado esplendor, antes de que viniera Europa con la rebaja. En aquel momento de tronadas extravagancias, la ciudad que tiene el «espejo de su atavío» en el abrazo del Bernesga y el Torío a punto estuvo también de contar con un tranvía de cinco líneas. Este tardío ensueño ferroviario de los trenecillos urbanos tuvo su momento pujante con el cambio de siglo. Y no fue exclusivo de León. Picaron lugares tan inesperados como Parla o Jaén, donde el invento acabó en ruina, y por el camino fueron quedando otros trazados virtuales, como el propuesto por la socialista Soraya Rodríguez para Valladolid, que se había sacudido los raíles unos cuantos años antes. Al parecer, los proyectistas del enredo lograron la mejor audiencia con los aspirantes socialistas al gobierno de los municipios.
León se libró de aquel invento ruinoso por la protección monumental que ampara la mesopotamia de su emplazamiento urbano. Como a esas alturas el proyecto tenía la oposición de los populares, se paralizó nada más que empezaron a escarbar. Así nos libramos de la cuelga de otra ruina, dejando desmantelada la entrada del ferrocarril de vía estrecha en la periferia de las Ventas. Por una de esas casualidades del calendario, precisamente cuando empezamos a sacudirnos los temblores de la nevadona, se agolpan en el sumario la despedida con desplante de Tomás Gómez, el anuncio electoral desde el administrador ferroviario de que el acceso a León de la vía estrecha se va a ordenar con semáforos, como un tranvía, y la tómbola aeroportuaria, que esta vez sortea una bolsa de 1,6 millones de euros para engrasar durante cinco meses, de mayo a septiembre, cada vuelo que despegue de La Virgen del Camino con un viático de cinco mil euros.
Lo más llamativo de esta tómbola volandera es que el dinero sale de un consorcio que abandonó la Junta en 2013 y comparten mano a mano Diputación y Ayuntamiento de León. Con un remanente, a estas alturas de la película, de 3,7 millones; que deberían ser 6,2, por la deuda municipal de 2,5 millones. A la vista del despilfarro, se agolpan las preguntas. La primera es si las instituciones leonesas hacen esto por rutina, por despiste o por algún débito inconfesable. Porque no se entiende de otro modo fácilmente que una provincia con tantos sectores moribundos y en declive se vuelque en pagar el billete a quienes la abandonan por el aire. ¿A santo de qué? Porque ese dinero no es de los diputados ni de los concejales, sino que corresponde a los leoneses. Y me extraña que los cazurros sostengan de buen grado el alarde, mientras la provincia se desangra. Por poner un ejemplo candente, sin nombrar la minería, seguimos siendo los únicos sin servicio provincial contra incendios, de manera que si el fuego toca a una casa de pueblo, ya pueden prepararse para el desescombro. Y la única competencia estricta de la Diputación son los pueblos de menos de veinte mil habitantes. En ningún caso, los vuelos. Así que supongo que esta tómbola, si alcanza el sorteo, va a ser el coletazo de una herencia de delirios. Hoy aquellas expectativas desmedidas e insensatas se traducen en una decepción rabiosa. Como la que únicamente producen los embustes. Pero es lo que hay. El saldo doliente de un atropello atolondrado.