Diario de León
Amilivia y Encabo, en la tribuna.

Amilivia y Encabo, en la tribuna.

Publicado por
ernesto escapa
León

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H ace cinco años, el escritor soriano José Ángel González Sainz, que sigue siendo el benjamín de los premios Castilla y León de las Letras, recogió en su novela Ojos que no ven la derrota de Felipe Díaz frente al terrorismo y la barbarie, y su repliegue al ámbito acogedor de sus raíces, un escenario rural que recorre el río Razón y da cobijo a sus ficciones. En sus páginas, levanta acta de la atrocidad a veces silenciosa, a veces cruenta, siguiendo la pauta del fanatismo que acabó con la cordura. La escritura de González Sainz nos pone en contacto con el desasosiego ambiental de una generación y con la épica de sus emociones más íntimas; con el desgarro de las pérdidas y con el escueto repertorio de sus celebraciones. Todo sucede en el escenario familiar, revuelto por «la majadería sangrienta de la identidad, que no puede acabar siendo más que irremediablemente totalitaria» y que desaloja a sus víctimas de vuelta al pueblo, paisaje hospitalario con los vencidos.

En la efeméride del trigésimo segundo aniversario del Estatuto de Autonomía, que tuvo lugar ayer en las Cortes, era inevitable la percusión de un libro que conjuga con tanta sabiduría la decantación de sucesos complejos y la sustancia de la meditación. Porque el parlamento homenajeaba con la distinción de su medalla de oro a las víctimas del terrorismo de Castilla y León. Una nómina que suma ciento cincuenta fallecidos y acumula cientos de heridos, cuyas familias encontraron un espacio de acogida para aliviar las secuelas de sus heridas entre nosotros. Víctimas de la ignominia disfrazada de Grapo, de Eta o del terrorismo islámico. Siempre recuerdo cómo me golpeó la memoria de Jesús Haddad en una excursión por Villalba de Adaja. Lo mató en 1978 un grapo de Sahagún, Andrés Mencía, viejo conocido que ahora malvive como escritor. También figuran en la nómina las víctimas de los dos secuestros más largos: José Antonio Ortega Lara y Emiliano Revilla. En pocas ocasiones, la casa de todos tuvo una afluencia parecida. Víctimas y familiares estuvieron arropados por alcaldes, presidentes de diputaciones, procuradores, miembros del gobierno y representantes de la sociedad civil. En torno a la celebración del Estatuto se sitúa la jornada de puertas abiertas, que el domingo recibió la visita de cinco mil personas, y el vestíbulo acoge una muestra antológica del escultor Baltasar Lobo, autor en 1948 del monumento de Annecy (Francia) a las víctimas de la segunda guerra mundial, que el artista zamorano dedicó a los españoles muertos por la libertad.

La celebración tuvo una liturgia parlamentaria emotiva y comedida. En nombre de las víctimas habló su presidente, Juan José Aliste, que perdió las piernas en un atentado de Eta en Salamanca, en 1995. Aquel día acababa de dejar en el colegio a su hija y a otras dos niñas cuando una bomba destrozó su vida. Veinte años después, sigue a la espera del juicio, fijado para el próximo mes. El ofrecimiento lo hizo la presidenta de las Cortes, Josefa García Cirac, quien expresó la voluntad común de explicar lo sucedido con todas y cada una de las víctimas. «Porque en Castilla y León llamamos a las cosas por su nombre y no escribimos relatos confusos de nuestro pasado», añadió, para concluir proponiendo el sueño de una sociedad sin fisuras contra la violencia, que acoja en un abrazo unánime a todas las víctimas y les diga con una sola voz ¡no estáis solos!

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