Diario de León
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ernesto escapa
León

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M ientras se dilataba más allá de lo razonable la intriga planteada en los confines de mayo por el candidato a presidir la Junta, los días intermedios vieron alterada su modorra por la irrupción inesperada del zamorano Fernando Martínez Maíllo, que ha saltado a la dirección nacional del Partido Popular para ocupar un tercio de las responsabilidades retiradas a su número tres, el nunca bien ponderado ni suficientemente añorado Carlos Floriano. Pero eso no significa que el cohibido alcalde de Casaseca de las Chanas, un pueblo que antes se llamó Cagajones, vaya a entretener a la audiencia explicando estrategias populares. De esa parcela del amortizado Floriano se ocupará el palentino Pablo Casado, mucho mejor dispuesto y habilitado para la plática. El encargo a Maíllo se restringe a tareas de fontanería, aunque los ecos de su elección inesperada agitaron sobre todo el compás de intrigas que palpita en Castilla y León.

Y eso que no es el primero de los nuestros en ese desempeño. Allá lejos, finales de los ochenta, estuvo Juan José Lucas con la embajada de preparar la irrupción de Aznar. Luego, al girar el nuevo siglo, el abulense Sebastián González, adosado a los Acebes. Al servicio de Ángel en Madrid y arropando a su cuñado Víctor en casa, a quien nombró desde la diputación como gerente de Naturávila. A ese empleo genovés, ahora muy menguado, llega Maíllo. Hubo un primer momento de desconcierto por la imputación del aupado en la causa que tiene abierta un juzgado de León, como consecuencia de los arreglos crediticios al entonces presidente de Caja España con la propia entidad. Las explicaciones confusas y entrecortadas de los sucesivos portavoces y del mismo Maíllo en aquellos días recordaron el caótico barullo del célebre despido en diferido de Cospedal a Bárcenas, que acabó como vamos viendo.

Al parecer, su valedor en Madrid, José Luis Ayllón, conectado sentimentalmente a Zamora, no informó como es debido del sambenito que arrastra Maíllo. Tampoco los examinadores de Génova anduvieron muy despiertos, porque la imputación no es una tacha que en estos tiempos pueda pasar inadvertida. Supongo que urgía más soltar lastre a toda prisa que mirar la hoja de servicios de los repuestos. Porque lo más llamativo de la opción Maíllo es su ascenso al tercer peldaño, aunque demediado, del Partido Popular con un balance como presidente de la organización zamorana que bien pudiera calificarse de catastrófico. En las elecciones del 24 de mayo, en las que resultó elegido alcalde de Casaseca de las Chanas con el pasimisí de Izquierda Unida, el Partido Popular perdió las alcaldías de los municipios más importantes de la provincia: Zamora, a la que aspiraba Clara San Damián (pareja del valedor Ayllón), Benavente y Toro.

No quedó ahí el bocado. Maíllo como cunero perdió en Casaseca medio centenar de votos y la mayoría absoluta que tuvo su predecesor. En la capital, el capricho de Ayllón entregó la alcaldía a Izquierda Unida, caso único en toda la geografía española, dejando por el camino un tercio de los votos. Mayor aún fue la pérdida proporcional en Toro y trabajado el batacazo de Benavente. Pero a esta gente no le importan los despojos, porque a los dos días del tropiezo zamorano Clara San Damián recibía el obsequio de un empleo gubernamental trasladado a su ciudad, y a los quince Maíllo se adosaba a Cospedal.

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