Aturdidos por la murga
E stamos tan acostumbrados al postureo, que estos días de carnaval el ruido de la charanga nos ofusca hasta distraernos de lo importante. Mientras se conjugan tensiones y proponen acuerdos, somos incapaces de sortear el trampantojo de asientos y atuendos, como si el acomodo parlamentario o el esmoquin festivo fueran lo realmente decisivo. Por eso, quedamos prendidos del enredo de los titiriteros, sin acertar a discernir la mesura proporcional de la embestida furiosa. Perplejos e incapaces de distinguir entre el pillaje sistemático y abusador de los populares valencianos o de los Pujol, que entran y salen de la Audiencia sin molestias ni retención, y la captura de los titiriteros condenados a la trena durante cinco noches en la prisión de Soto del Real por enaltecimiento del terrorismo etarra. Una pasada del juez Ismael Moreno acuciado por la fiscalía. Precisamente los leoneses tenemos muy cerca a Julio Michel, el titiritero de Libélula que inventó el festival Titirimundi, un chaval del valle del hambre, en la montaña del Tuéjar, que este año cumple los setenta, después de salir adelante en la vida pasando por San Cayetano, cuando todavía era el hospicio de la diputación para niños desvalidos. Ya sé que no son casos homologables, ni en talento ni en compromiso. Pero la desmesura del episodio de los titiriteros detenidos en Madrid ha resultado muy provechosa para quienes buscan enturbiar estos días de acercamientos y consultas. «Como agua de mayo», según el ministro en funciones Fernández Díaz.
El ministro catalán de Valladolid echó a volar la cometa etarra con motivo del encuentro socialista con el PNV. Sin tener en cuenta que unos y otros han contribuido notablemente más que él mismo al fin de la banda. Pero nada de eso parece importar ahora, cuando lo que se está sustanciando es la viabilidad de un gobierno distinto. De ahí la afición a poner palos en las ruedas de las negociaciones. Y para eso vino estupendamente el episodio titiritero, sólo desactivado por la desmesura judicial y la aparatosa trompetería sectaria. Se les fue la mano, mientras blindaban a Rita Barberá en la diputación permanente del Senado. Quizá no estaría de más que la corte de estrategas genoveses que impulsa este blindaje a doña Rita pensara por un momento en la deriva final del caso Gómez de la Serna, a quien también le aplicaron el mismo cobijo en la diputación permanente del Congreso antes de las pasadas elecciones. Tampoco extraña la temeridad, si repasamos la lista de la corte genovesa, cuya característica dominante es la insignificancia. Y la propagación de infundios. Muchos hemos recibido estos días el panel carnavalesco dedicado a Pedro Sánchez, quizá por su arrojo de intentar formar gobierno, mientras los obligados a ello siguen de vacaciones. El cartelón enumera su paso por la asamblea de Caja Madrid entre 2004 y 2009, con el voto a favor de las preferentes, de la compra del Bank of Florida, «que arruinó a Caja Madrid y obligó a su rescate, y de los sueldos millonarios para los directivos de Caja Madrid». No menciona ni a Blesa ni a Rato ni a sus padrinos, por supuesto. El cartelón se apoya en una predela con la foto del abuelo Antonio Castejón Espinosa, golpista y legionario, a quien apodan ‘el carnicero’ y sitúan en la órbita de Queipo de Llano.