Intermedio en la función
P asan los días y no amanece la nueva gobernación de España. Hasta que un señor de Murcia, Alberto Garre que fue presidente allí, recupera el espejo de Herrera para invitar a la retirada de Mariano. La invitación a que dé un paso atrás, envisca la rabia de sus palmeros, y al quite saltan de los aledaños el inefable Fernández Díaz y la sin par Cospedal. Pero ocurre que toda esta función cae lejos y nos pilla ya frustrados, con los funerales de la minería en casa, mientras asistimos a la galbana del mismo Soria con la reforma de San Marcos o a la desidia de Pastor desde Fomento con las obras de la autovía entre el Porma y el Esla. Tuvieron más prisa en asfixiar a la minería o incluso en corregir demoras de la contrata asfáltica en la autovía del Duero, a las puertas de Aranda. Por dar un par de ejemplos expresivos de eficiencia. Y que se entienda que nuestros asuntos importantes apenas conciernen, cuando no echan para atrás directamente. Como el minero del poeta Blas de Otero, que bajó a los pozos vizcaínos de La Arboleda con el pintor Ibarrola, «sentado está, sentado / sobre su propia sombra corrosiva»… «Ni dios le ampara: ¡Mina de los demonios!» Por si éramos pocos, en el intermedio de la función parlamentaria madrileña, resurgió el conflicto ganadero de la leche, que en septiembre movilizó la marcha blanca desde León al ministerio de Atocha y ahora se presenta tan negro como el horizonte de las minas, definitivamente perdidas y abandonadas.
Porque lo que menos cotiza en este mercadillo de la gestión pública es la calidad contrastada, mientras prevalecen otros intereses secundarios, como la preeminencia de las cadenas distribuidoras francesas, cuyas vacadas pastan libremente, por cierto, y no aguardan la comida estabuladas. En nuestro país, la industria láctea ha aprovechado la costumbre del gobierno de mirar para otro lado, sin enterarse de la misa la media, para traer tanques de leche foránea más barata y de inferior calidad, como las térmicas trajeron y siguen trayendo carbones de atufar. ¿A quién le importa si su quema contamina y ensucia los alrededores, como se aprecia en la devesa de Llanos de Alba? Y dando el salto al consumo humano, ¿quién vigila y controla o sanciona la leche que se vende en los supermercados? Hace un par de años, un análisis independiente de la Organización de Consumidores de España resaltó que la leche de Tierra de sabor es la de mejor calidad y la más rica de cuantas se venden en España, incluidas las de importación. A pesar de los coros regionales, no puede decirse que fuera una noticia bien recibida y menos aún convenientemente propagada. Porque en la batalla de la leche se dirimen intereses muy fuertes y actúan empresas con poder para violentar acuerdos y pagar la recogida muy por debajo del precio de mercado o directamente dejar de hacerlo y arruinar a los ganaderos que se atrevan a toser alto.
A pesar del berenjenal de la investidura fallida y su ruidoso desfile de postureos, trascendió que el Tribunal Constitucional ha revocado las disposiciones de la Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración local promovida por el ministro Montoro en diciembre de 2013, porque atentaban contra la autonomía municipal y autonómica para ordenar los servicios que prestan a sus habitantes. También ha recordado al avieso Montoro que las pedanías le caen muy lejos y que no tiene ninguna competencia para proceder a su liquidación y subasta.