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VERLAS VENIR ERNESTO ESCAPA
León

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Estábamos tan hartos de aguantar el descaro de quienes han echado a perder el trimestre completo por su incapacidad para alcanzar acuerdos, cuando de repente nos mostraron que esa limitación no afectaba al cuidado de su bienestar. Ahora ya sabemos que además de lancear al adversario y de entretenerse blandiendo rayas excluyentes, también dominan otras suertes. Pero resulta que esa tara para entenderse en lo que importa la aliñan con un despilfarro que supone todo un pastizal. Eso sí, proceden por fases, como suele ocurrir en las maniobras de engaño, donde nadie enseña el percal. Primero, gestionan la carga de su sostenimiento ordinario, que ya requiere aguante, y luego anticipan lo que nos espera al otro lado del desacuerdo: una nueva derrama de 160 millones de euros al sumidero.

Es verdad que afinar el coste de unas elecciones generales es pretensión tan vana como echarle las cuentas a un río: quimera inaprensible y escurridiza. Eso sí, mientras tanto, discuten, se abroncan o parlotean, porque lo único que tienen claro son sus rechazos. Estos días de merecidas vacaciones escolares han acabado enturbiados por el mal ejemplo de una clase política en desbandada. Después de tres meses sin alcanzar acuerdos, aprovechan para hacer novillos cada vez que pueden. Claro que también saben amañar pactos y arreglos con que distraer el tedio de ver cómo pasan y discurren los días sin dar palo al agua.

Por primera vez, alcanzaron unanimidad los discrepantes para obsequiarse con veintiún días de vacaciones. Tres semanitas. No como recompensa por lo trabajado, sino para que miradas aviesas no les enturbien la holganza. No pactan un nuevo gobierno, que es para lo que han sido elegidos, pero sí se arreglan el descanso lejos del hemiciclo. De hecho, no van a volver a sentarse en el parlamento hasta el 5 de abril. Y eso que tenían compromiso de celebrar un pleno el 29 de marzo. Porque ya habían aprobado su calendario de sesiones. Pero no debió de parecerles importante el cumplimiento. Tampoco tuvo lugar la junta de portavoces de martes santo, porque en eso son agnósticos.

Si por fin el 3 de mayo se disuelven las Cortes, por incapacidad para traducir el mandato de los electores en gobierno, les resultará difícil dar la cara ante los españoles para pedir otra vez el voto. Porque estos meses echados a los perros no han salido gratis. Pasan cosas en Europa y en casa, aunque a ellos no les importe ni alcance a congelarles la risa. Al fin y al cabo, hasta el más inútil de los que se sientan en el parlamento recibe unos ingresos de 4.646 euros mensuales. Y eso, sin contar los colgantes, que oscilan entre los 600 y los 9000 euros mensuales. Como para quejarse. O pensar en el derrumbe de los mineros, en los ganaderos empeñados, en la angustia de los millones de desempleados.

Las nuevas elecciones de junio, entre San Juan y San Pedro, aparte de aguarnos las fiestas, supondrían un mordisco insoportable a las arcas públicas. Tomando de paso como veletas a los electores. Durante un tiempo se entretuvo la expectativa con conjeturas sobre a quién beneficiaría el paseo a las urnas. Más allá del mejunje predictivo, donde cada cual trata de premiar a sus afines, quienes seguro pillan son los partidos causantes del desastre: 21.167 euros por escaño más 0,81 por voto recibido. Una lluvia que redondea ingresos millonarios. Y como ya aprendimos en diciembre, quienes no repitan escaño también van a tener un colchón retributivo que no los deja a la intemperie.

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