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VERLAS VENIR ERNESTO ESCAPA
León

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D espués del sartenazo de Montoro, propinado desde la mesa de apariciones del Consejo de Ministros, donde fijó la incompatibilidad de quien está en el gobierno para operar en paraísos fiscales, el turbio ministro Soria desapareció por la gatera. Ahora se anuncia su extrañamiento en Harvard para un curso de liderazgo, desde san Fermín a las Candelas. Al abrupto Montoro le vino bien el destape del titubeante Soria en Panamá para segar de paso la larga sombra de Rodrigo Rato. Aquella mañana de san Telmo la vice Soraya refrendó «como no podía ser de otra manera» el mandoble montorino al caído, perteneciente al bando rival de los margallos del gobierno. Por eso chocó tanto el despeje de barbilla ante la condena del Tribunal de Cuentas al ministro Alfonso Alonso y al vicesecretario del partido Javier Maroto por alquilar desde el ayuntamiento de Vitoria un local de oficinas al presidente del Alavés, inflando el contrato hasta el escándalo. Pagaron 7,6 millones por el alquiler de un espacio comprado en cinco millones menos. Eso son negocios, propagan los margallos, pillados a su vez en la piñata de Acuamed, que tiene en la cárcel a Arcadio Mateo, un hombre de Cañete y de su ministra Isabel García Tejerina.

Se fue el caimán Soria con los fuegos de san Telmo, que expresan la alegría pascual de los pueblos mineros por su marcha, pero deja el rastro insoportable de su incompetencia. Ahora toca suplir con dinero autonómico los incumplimientos, mientras los municipios mineros articulan la demanda de los fondos ministeriales pendientes de los planes del carbón 98/06 y 06/12, por un importe de 250 millones. Porque el cierre de las minas no sale gratis. Hace falta sellar sus cicatrices a cielo abierto, reciclar escombreras y asegurar la hendidura de los pozos subterráneos. Además, dar impulso a un territorio devastado por el abandono. En los 81 municipios mineros, repartidos entre León y Palencia, el paro ha crecido un 50%, a la vez que desaparecía uno de cada tres negocios.

El ocaso del carbón, que impulsó el tirón económico de Europa y su primera unidad política en mayo de 1950, está no sólo en declive, sino en repliegue. Incluso el Papa Francisco se ha sumado a la invitación para que las energías fósiles sean sustituidas sin tardanza por renovables. Prendidos de tan limpio objetivo, nadie reparó en el cementerio de neumáticos que los parameses de Urdiales Victorino y Manuel Jesús Villadangos tenían abandonado en La Mancha, junto a la urbanización del Pocero. Desde luego, no reparó doña Cospedal ni don Emiliano Page, cada cual entretenido con sus afanes postineros, hasta que los pirómanos prendieron fuego por tres puntos distintos al mar de caucho manchego. Luego vinieron las lamentaciones y los duelos. Pero el gigantesco rodal, ay, siguió ardiendo.

Como ardió la fábrica de Embutidos Rodríguez, en Soto de la Vega, al pie de la Bañeza. A sólo unos kilómetros de Urdiales, el pueblo de los Villadangos que almacenaron en el abandono el rodal de Seseña. La fábrica de la ribera del Órbigo da empleo a 400 personas, pero cuando se desató el fuego en sus instalaciones sólo acudieron a sofocarlo cuatro bomberos, acompañados por el conductor y un mando, desde León. A diferencia de otras provincias cercanas, menos extensas, León tiene un déficit temerario en la dotación de bomberos. Hasta ahora, los incendios rurales se llevaban por delante las casas de los pueblos donde brotaba el fuego, pero Embutidos Rodríguez no es un chamizo. Hay que tomar nota y empezar a corregir.

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