Balance de temporada
C oincidiendo con el desfile judicial de las altas jerarquías populares, desde el asturiano Cascos al abulense Acebes, que testifican a demanda del tesorero Bárcenas, salta de nuevo la factura del rescate bancario, una operación en la que la ineficiencia y descuido del supervisor se quedó con siete de cada diez euros en las uñas. Es decir, malbaratados y perdidos, frente a la prédica de entonces, cuando se jaleó que los más de sesenta mil millones empleados en el rescate iban a ser devueltos en plazo y con jugosos intereses. Ahora la hervencia de estos calores pre veraniegos fatiga los repasos, hasta el punto de cruzar balances y marear cálculos.
Repasando las respuestas de los testantes de Bárcenas, va a ser imposible no encabritarse, al comprobar cómo tan ilustres comparecientes, que fueron señalados por el encausado como perceptores sistemáticos de dinero ilegal, nunca denunciaron ante la justicia tal acusación por infundada y ahora se limitan a negarla, como si se tratara de una fruslería. Incluso el bético Arenas evoca el arreglo con un Bárcenas ya inculpado de tener más de cuarenta millones ilegales en Suiza, como un encuentro muy humano, marcado por la preocupación de facilitar al alipende coche y despacho en Génova 13, aliñado con una derrama mensual superior a los veinte mil euros. Con Arenas pasaron por este banquillo de las pesadillas Cascos, Rato, Mayor Oreja y Acebes, cada cual preso de sus propias servidumbres, pero todos dóciles y disciplinados como mansos pastueños en la confidencia alabanciosa para el pagador.
Mientras afrontamos este verano con creciente bochorno y una sequía galopante, la gestión de la verdad de las mentiras nos habitúa a interpretar compromisos con la incertidumbre de una quiniela. Así titulaba el compañero Álvaro Caballero su luminosa columna sobre la visita del ministro de Fomento Íñigo de la Serna a León. Lo único claro que dijo fue que la León-Braganza es cosa de la Junta, a pesar de su carácter internacional; que la plataforma de Torneros lo tiene picudo para seguir rodando; y que los daños ambientales en Pajares quedan a expensas de la inevitable sanción europea, porque ni Adif ni el Ministerio se van a poner a mirar las «circulaciones freáticas» a estas alturas. Ah, y también que la autovía León-Valladolid no quedará congelada en sus extremos de arranque, aunque sin comprometer plazos de actuación. Claro que esto mismo lo vienen diciendo todos los ministros de Fomento a su paso por León, desde la ya olvidada Magdalena Álvarez que se estrenó con Zapatero como presidente. Lo cantan aquí y lo cantan en Soria o Zamora, extremos de la autovía del Duero inconclusa y destinada a comunicar ahorrando rodeos Oporto con Barcelona. Quizá lo único claro de su comparecencia es el desvío a la Junta de la autovía León-Braganza, argucia que a la vista de los precedentes pudiera resultar lo más adecuado, pues las autovías autonómicas León-Burgos y Valladolid-Segovia fueron las de ejecución más rápida, sin tramos colgantes ni extrañas demoras. Aunque la misma Constitución advierte que las relaciones internacionales son competencia exclusiva del Estado.
Donde sí apuesta el ministerio de rodaduras con fundamento es en el tramo de la autovía de Castilla mediante entre Venta de Baños y Tordesillas. Después de una catarata de anuncios en vano, inaugurada hace trece años, por fin se están ejecutando los trabajos para poner en funcionamiento el tercer carril, con un presupuesto de 217 millones. La obra incluye tramos de nuevo trazado, que eliminan curvas y amplían su capacidad de circulación.