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Tradición y exotismo funden los vínculos geográficos

El I Campeonato Mundial de la Tapa concluye hoy en Valladolid.

Una concursante da los últimos toques a la tapa que ha creado. NACHO GALLEGO

Publicado por
León

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efe | valladolid

Todo cabe en un pincho o tapa, una propuesta culinaria a escala que se coge con la mano y se engulle de un solo bocado: desde la tradición gastronómica hasta el exotismo, con guiños vinculados al lugar de origen e incluso de índole familiar, como quedó demostrado ayer en Valladolid.

Una abarrotada Cúpula del Milenio, bautizada como la catedral de la tapa por ser escenario del Concurso Nacional de Pinchos y Tapas, que alcanza ya su decimotercera edición, albergó ayer la segunda y última jornada de este certamen que hoy concluye con el fallo del jurado y el desarrollo del I Campeonato Mundial de la Tapa.

Esa fusión entre tradición y exotismo sustenta el «Cordero de mi tierra glaseado con cola» que, desde Alcolea de Cinca (Huesca), trajo Ramón Lapuyade (Hostal El Portal), un ternasco rociado con curry, coco y naranja, entre otros ingredientes, y coronado con una crema de yuca, mostaza, mango y rábano.

El cordero ha sido también el argumento de Mónica Loro, que en Sorzano (La Rioja) regenta el Arriero Tapas, con su creación denominada «Chamarito», en clara alusión a una raza autóctona de cordero en la sierra riojana, que definió como un guiso tradicional con toques orientales a base de salsa de jengibre, vinagre de arroz y soja.

Los guisos de carne (cordero y ternera), reticentes por la grasa acumulada, recobran el protagonismo de otras épocas debido a la eliminación de lípidos con una presentación «más amable y agradable para el consumo», manifestó el chef Alberto Chicote, presidente del jurado.

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