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VERLAS VENIR ERNESTO ESCAPA
León

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D espués del hachazo de Siemens-Gamesa a su planta de Miranda de Ebro, porque las palas eólicas que allí fabricaba habían dejado de ser competitivas, la nórdica Vestas repite jugada sin hacer el esfuerzo de justificar la huida en un momento empresarial de ganancias millonarias. En realidad, no es su primera estampida, pues hace sólo seis años cerró por sorpresa y también sin previo aviso su planta soriana de Ólvega. Entonces dejó en la calle a un centenar de trabajadores, aunque aquella siniestra maniobra no iba a suponer ningún baldón para seguir tapiñando ayudas y subvenciones millonarias en racimo: europeas, nacionales y autonómicas.

Tampoco esta relación clientelar con las instituciones que le siguen cebando los presupuestos motivó que los empresarios nórdicos dejaran de hacerse los suecos con la hacienda española. Aquí cosechan y recaudan, pero que nadie les recuerde obligaciones, que entonces se ponen farrucos recordando que ya tributan en Dinamarca. El maestro José Luis Corral dibujó el domingo a la perfección la sombría silueta del escurridizo multimillonario Larry Fink, que prefiere como escenario de sus manejos la penumbra, identificando de paso a los administradores de Vestas en España: Eduardo Medina, pájaro eólico de largo recorrido, y el nórdico Henrik Norgaard. Para echar el candado a la planta de Villadangos, ficharon a Jerónimo Corral, un insigne pintamonas vendedor de trapisondas, profesor de negocios y chanchullos como el Diego Torres enchironado con los Urdangarines. Mientras Medina y Norgaard litigan en la Audiencia Nacional por las liquidaciones de la Agencia Tributaria y siguen amasando subvenciones europeas, españolas, manchegas y gallegas, Jerónimo estudia la estrategia para llevarse la maquinaria eólica preparada en Villadangos sin hacer sangre. Nadie entiende que sigan cosechando subvenciones con su pella de deudas tributarias, pero este universo multinacional de los eólicos debe funcionar así.

El cierre anunciado de la planta de Vivero se aplaza de momento, al menos hasta después de cobrar las subvenciones allí asignadas. Luego se repetirá la jugada de Ólvega, Miranda de Ebro y Villadangos del Páramo. Lo que parece más obsceno, mientras se produce esta escabechina, es el jubileo una vez más repetido de las tentativas de industrialización de la comarca desolada contando con el desertor. Lo vimos en el entorno de Garoña, una vez clausurada la nuclear, más tarde en Medina del Campo y otra vez se vuelve a agitar la misma matraca en Villadangos. Como si no fuéramos capaces de ir aprendiendo. Sobre todo, después de observar lo sucedido en las cuencas mineras, donde todo ha ido quedando en anuncios, amagos y esparavanes. El cierre de Vestas en el Páramo leonés adquiere una dimensión más sangrante por el contexto en que se produce. Que no es sólo la coincidencia temporal con la derrota minera del carbón, sino también los propios precedentes eólicos de Castilla y León. Aquí tuvimos unos administradores de horizontes que manejaron las concesiones eólicas para fortalecer a las grandes eléctricas con procedimientos encausados en procesos judiciales, que como suele ser habitual cuando afectan a poderosos, llevan años paralizados, quizá esperando su prescripción. Tampoco fue más respetuoso el despliegue territorial de los molinos de viento, que en León ha cosechado condenas judiciales tanto en la vertiente berciana de la Sierra de Gistredo como en su respaldo omañés, por citar un par de ejemplos. Porque nunca llegaron a entender los administradores de horizontes en Valladolid que cualquier lugar no sirve para sembrarlo de aspas eólicas, por mucho que empujen los grupos de presión.