El problema está en casa
El coordinador de las fiscalías de menores de Castilla y León y responsable en León, Avelino Fierro, ya reconoció que las infracciones más usuales en la Comunidad eran similares a las del resto del país, con un predominio de los delitos contra el patrimonio (hurtos, robos y daños) y contra la integridad física. Eso sí, advertía del aumento proporcional, en los últimos años, de los casos relacionados con la violencia intrafamiliar y los cometidos a través de las nuevas tecnologías y las redes sociales.
Recordaba que la memoria de 2005 de la Fiscalía General del Estado daba cuenta de la «eclosión» de los casos de adolescentes maltratadores, ya que supuso que «lo que antes quedaba en el seno de la familia salió de ella y los padres comenzaron a buscar apoyo fuera». Son casos, explicaba, de menores con componentes de hiperactividad, despotismo y trastorno disocial, entre otras, que hacen que los padres angustiados, no precisamente de familias marginales, o profesores deprimidos busquen auxilio en las fiscalías de menores. El fiscal consideraba que la «otra cara del asunto» era, en ocasiones, la falta de habilidades y la poca cintura de los progenitores, necesitados de una «escuela de padres». Tampoco ayudaban los malos ejemplos de los mayores, la ausencia de patrones de conducta, la cultura no moderadora, la falta de control de los grupos primarios ni los medios de comunicación.
A su juicio, la sociedad ha desterrado la cultura del trabajo y del esfuerzo. En todo caso, advertía que es un asunto «complicado y delicado» porque hay padres que han aguantado más de lo recomendable confiando en que, quizás, podrían solucionar sin ayuda esa convivencia familiar «para no poner en cuestión su tarea educativa o admitir su fracaso como padres». En todo caso, consideraba eficaz la Ley de Menores, ya que contempla instrumentos «eficaces» para tratar bien a los jóvenes infractores y las víctimas. Recordaba que solía decirles a los jóvenes expedientados que estaban para ayudarlos.