Espurria Cosidó
Q ue significa escupir a voleo y sin miramientos. Lo hace a buen seguro apremiado por el acecho de su pasado más turbio, que ahora destapa el judicializado caso Kitchen, y sin el debido respeto a la institución autonómica que le procuró su acomodo senatorial, después de tomarse una tregua cautelosa que ahora se demuestra fue insuficiente. Nos denigra Cosidó con su espurrio a los paisanos, que respaldamos a través de nuestros procuradores en las Cortes de Castilla y León su lujosa encomienda institucional, por mucho que su estrategia pasajera de estos días derive la responsabilidad del manejo delictivo de fondos reservados a su conmilitón y diputado popular Francisco Martínez.
Ese mismo disimulo no es nada original, pues ya lo usaron sus predecesores Julián Sancristóbal y Rafael Vera, como director general de la Policía y secretario de Estado de Seguridad, para acabar juntos aunque enemistados en la cárcel. Así que mejor no se esfuerce, porque los vericuetos de esta zafia camandulería son conocidos e incluso tienen antecedentes procesales. Lo que no tuvieron aquellos pájaros condenados a la trena fue el cordón protector del aforamiento que al geógrafo Ignacio Cosidó le otorgaron las Cortes de Castilla y León.
Una vez que este pájaro convertido en portavoz popular de la cámara alta, mostró su manejo trapacero de la vida pública con el célebre y nauseabundo guasap sobre el control del tribunal Supremo por detrás (provocador de la renuncia inmediata del candidato a presidir el Supremo y el Consejo General del Poder Judicial), pasó al congelador de los difuntos políticos, siendo evitado en el saludo por sus compinches, pero mantenido a proa para que siga escenificando aspavientos estrafalarios y repartiendo su riego gargajoso. La primera condena popular expresa, después del enojo inicial que amagó con devolverlo a casa por patoso, la recibió de Andrea Levy, vicesecretaria de Estudios y Programas del matanzino Pablo Casado, al mostrar su repugnancia expresa con la acreditada actuación ilegal en la judicializada Operación Kitchen de la policía patriótica, y concluir señalando que un granuja como él no puede tener sitio en el Partido Popular.
Este reproche pilló a las Cortes de Castilla y León disfrutando su dilatada etapa de hibernación pre y pos navideña, de la que finalmente despertaron el martes de las Águedas. Pero el emburrión definitivo, que emplaza sin disimulos al plenario de las Cortes de Castilla y León (responsables del envío de este pájaro a Madrid), lo dieron los catedráticos de Derecho Sosa Wagner y Mercedes Fuertes («el uso irregular de fondos reservados para ocultar fechorías de políticos supone un atentado a la misma Seguridad del Estado») y un editorial del diario El Mundo, de 2 de febrero festividad de Santa Inocencia, al equiparar su documentado manejo ilegal de fondos reservados para apaños partidarios (sobresueldos en negro de 1.200.000 euros, que son doscientos millones de pesetas) con el que previamente condujo a la trena a Sancristóbal y Vera: «La situación de Cosidó es ya insostenible». Y eso por lo que se refiere al ámbito partidario del político matancino, pero mucho más grave resulta la parálisis de las Cortes de Castilla y León, incapaces de asumir su marrón por haber encomendado a un pájaro como Cosidó el cuidado de nuestros asuntos regionales en Madrid. Aunque mucho me temo que dado el cataléptico duermevela actual de las Cortes autonómicas, nadie repare en esta ofensa institucional por el pésimo uso de nuestra representación. Al fin y al cabo, los senadores autonómicos son ganado político ya amortizadoo sobre el que no se echan cuentas. Y de todos ellos, por lo menos Cosidó hace aspavientos.