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VERLAS VENIR ERNESTO ESCAPA
León

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M etidos en plena tolvanera de este promedio de febrero, cuando la deserción presupuestaria nacionalista empuja al precario ensamblaje gubernamental a buscarse la vida en la intemperie, me arrimé a un pino verde por ver si divisaba un horizonte distinto al tiroteo que invocan los artistas del ruido. Porque la tesitura aconseja seguir sin distracciones la senda reflexiva que nos aleje de la pura estrategia balacera: ‘Anda jaleo, jaleo. Ya se acabó el alboroto y vamos al tiroteo’.

A fin de no acabar tejiendo con nuestras manos, como aventuró el poeta, la corona que adorne a la víctima previsible de la calle de los muros. En esta situación, los ecos lorquianos ofrecen un presagio distante del estribillo folclórico, poniendo en evidencia, para bochorno general, la facilidad digestiva con que azules y naranjas adoptan como propios los esparavanes desmedidos de la derecha más extrema.

Y ahí estamos, aunque disguste reconocerlo: con los independentistas catalanes subidos a la burra nunca estabulada de la secesión, y con centristas y derecha corriendo desmandados tras el banderín de enganche de la emergencia ultra. Un tablero nada propicio para el optimismo en vísperas de sucesivas convocatorias electorales.

Pero es lo que hay y con este personal toca bailar, al menos de momento. Lo cual no impide, sino todo lo contrario, echar una ojeada al patio, para calibrar cómo se están comportando en esta verbena nuestros empleados públicos. En una apropiación partidista y sin duda indebida de la institución, el pasado jueves 7 la consejera portavoz de la Junta de Castilla y León, Milagros Marcos, remató otro consejo de gobierno más desprovisto de contenido —ni rutinario ni relevante ni accesorio— con un llamamiento estrafalario «a defender España frente a Sánchez», a quien acusó de «estar subastando la nación por partes». En la más pura ortodoxia voxiana, que fue un contagio al principio repelente pero muy pronto abrazado con fervor.

Más o menos el mismo fervor militante que despejó las agendas comprometidas de los presidentes populares de Galicia (Núñez Feijoo), Andalucía (Moreno Bonilla) y Castilla y León (Herrera) para acudir como un solo hombre de triple sensibilidad (uno y trino a la vez) a la convocatoria en el solar madrileño del Descubrimiento, usando como respaldo de escenario el monumento escultórico de 1977 a la gesta americana, obra de Joaquín Vaquero Turcios.

Una pantalla de hormigón que cierra por el flanco de Serrano el enorme solar despejado con el derribo en 1970 de la histórica Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Aquel espacio adosado al tendido de la Castellana, aledaño a la Biblioteca Nacional y al Museo Arqueológico, se ha venido convirtiendo durante los últimos años en manifestorio para la expresión de descontentos patrios. Siempre con más concurrencia que el pasado domingo de santa Escolástica, a pesar del gasto institucional en organizar viajes subvencionados.

Acaso por su locuacidad en estos días de tribulación, durante los que incluso aprovechó la refriega para resucitar el fantasma del aborto junto a otros cuantos excesos, la universidad privada Miguel de Cervantes que rige la prioreña Imelda Rodríguez Escanciano (quien antes de ser rectora fue resuelta y juvenil jabata en los corros de aluches leoneses) ha elegido al palentino de Matadeón de los Oteros Pablo Casado como el personaje público que mejor comunica de Castilla y León.

Se trata de un entorchado con muy diversa fortuna en su ya dilatada tradición, pues lo mismo realzó al simpático ciclista segoviano áureo Pedro Delgado que a la estrellada vicepresidenta zamorana de la Junta Rosa Valdeón, quien a los pocos meses del galardón tuvo que dimitir.