Vecinos de la niña Sara la oían llorar desde que «se levantaba hasta que se acostaba»
El padre: «Vi a la. niña un moratón en un brazo y me dijo que había sido el vampiro».
EP | VALLADOLID
El padre de Sara, la niña de 4 años de cuya muerte, en agosto de 2017, están acusados su madre y el novio de ésta, ha mantenido que hasta que él abandonó el domicilio conyugal, el 16 de junio de ese año, su pequeña nunca había presentado hematomas ni lesiones extrañas, situación que sí comenzó a generalizarse a raíz de la aparición de Roberto H.H. en la vida de su mujer.
La esperada declaración de Marinel F, sobre todo porque la defensa de Roberto trata de sembrar dudas respecto de que el padre biológico pudiera ser el autor de los hechos, se ha producido en el octavo día del juicio con jurado que se sigue en la Audiencia de Valladolid, donde el primero ha explicado que las únicas lesiones que apreció en su hija fueron unos hematomas en el culete durante su estancia con la víctima y la hermana mayor de ésta en Pedrajas de San Esteban entre los días 23 y 28 de junio, así como un hematoma en un brazo, en una fecha que no ha podido determinar.
Respecto de los moretones en la nalga, Marinel, en declaraciones recogidas por Europa Press, recuerda que al preguntar a la mayor de las hermanas, Andrea, de 12 años, ésta le explicó que Sara se había lesionado al golpearse accidentalmente con una puerta, si bien respecto del hematoma observado en el brazo refiere que fue Roberto.
«Vi a la niña un moratón en un brazo y me dijo que había sido el vampiro», calificativo con el que la peque se refería a Roberto, el nuevo novio de su madre, ha apuntado Marinel F, quien a lo largo de su declaración ha dejado bien claro que mientras él permaneció en el domicilio conyugal, hasta el 16 de junio, con incursiones esporádicas en el inmueble a partir de entonces para asearse y ver a las niñas, Sara nunca tuvo que recibir asistencia médica por hematomas y tan sólo fue atendida por algún resfriado.
«Era una niña normal, alegre», ha incidido su padre, quien ha explicado que la última vez que vio con vida a su hija fue el 7 de julio de 2017, ya que al día siguiente se marchó a Rumanía.
LA LLAMADA FATÍDICA
No fue hasta el 11 de julio y el 28 de julio cuando recibió sendas llamadas de su expareja, la también acusada Davinia M.G, en el primer caso para contarle que había llevado a la niña al Hospital Campo Grande para ser atendida de la hinchazón que presentaba en los labios, lo que activó el protocolo de malos tratos, y en el segundo por un supuesto golpe en la sien con una mesilla que se había dado la niña.
La tercera llamada la recibió en su país de origen el día 3 de agosto, fecha de la muerte de Sara en el Hospital Clínico Universitario, centro en el que se hallaba ingresada desde el día anterior tras haber sido hallada en el domicilio inconsciente, con numerosas lesiones--tenía algunas de la uñas de pies y manos arrancadas--y con signos de haber sido violada vaginal y analmente.
UNA MUJER DESCONTROLADA
Ayer declararon también un matrimonio vecino de Davinia y Marinel en el que ambos han coincidido al afirmar que la niña Sara «no cesaba de llorar, desde que se levantaba y hasta que se acostaba», con la particularidad de que la pareja declarante ha definido a la primera como una mujer «descontrolada y que perdía los papeles» y, por contra, ha atribuido al segundo un papel «pacificador».
El matrimonio ha subrayado que en dos ocasiones se vio obligado a llamar a la policía ante los llantos que procedían del piso cuando el mismo se hallaba tan solo ocupado por Davinia y sus dos hijas.
«¡La niña lloraba muchísimo, desde que se levantaba y hasta que se acostaba!», han indicado los vecinos. La noche previa al 2 de agosto, cuando Sara fue hallada inconsciente en su dormitorio, escucharon cómo Roberto gritaba a la pequeña para que se terminara la cena porque si no la daba un «cocotón».