Guardianes de una tradición secular

Pilar Escudero, la única mujer de los siete pastores que conducen el rebaño, es modista, nació en Zamora, tiene «treinta y muchos» años y monta un robusto y tranquilo caballo cruzado de español que se llama Centenero . Hace casi una década que empezó a combinar su afición por los caballos con la trashumancia y es una de las habituales en la doble cita que cada seis meses se articula para que las vacas puedan disfrutar de los pastos naturales. En unos días, los animales estarán deambulando por las dehesas de Salce de Sayago, a la espera de volver a Manzanal de Arriba en el mes de junio o, tal vez, julio. «Esto se hace por afición y, como lo hacemos nosotros, no hay casi nadie porque se está perdiendo. Sé que en Cáceres y Badajoz recorren 40 kilómetros en un día, pero nosotros hacemos 200 en cinco o seis días», comenta con orgullo. «Dormimos en lo que quede más cerca y comemos en el campo. La hora nunca se sabe. Es donde nos pille y las vacas puedan pastar y estar tranquilas», explica Escudero. Al otro lado de la loma se encuentra Emilio Deza, a lomos de su caballo Tango . Emilio ejerce la medicina en Fonfría y, como amante de los animales, participa en el mantenimiento de la trashumancia. «Estas vacas no prueban el pienso y comen la mejor hierba, o sea, que no sólo benefician al monte sino que son ecológicas», asegura Deza con una sonrisa.