La sala del crimen, la más morbosa
La parte del museo que más morbo y curiosidad despierta es la Sala del Crimen. En ella, se guardan bajo llave las navajas utilizadas por los asaltantes de caminos y vulgares atracadores, ganzúas y butroneras -artefactos destructures capaces de abrir con facilidad cajas blindadas y muros para dar acceso a los ladrones-, fábricas de pistolas, material de confección de explosivos y pruebas de horribles crímenes. Entre las bombas, destacan las recreaciones de un maletín explosivo imposible de desactivar, un bocadillo-bomba o bombas lapa utilizadas habitualmente por la banda terrorista ETA, ubicadas junto a un robot de desactivación de artefactos utilizado hace años por los Tedax. Esta sala del horror atesora también el esqueleto de un hombre, brutal y ritualmente asesinado por su propio hijo, que creía que su progenitor era el mismísimo Diablo, con una estaca clavada en el corazón y los talones de Aquiles seccionados «para que no pudiera perseguirlo en la otra vida». También se muestra un rizo dorado es una de las pruebas del secuestro de la niña Melody, hija de un libanés y una cantante de los años 80, que fue liberada de sus captores por policías de la escuela abulense. Un cráneo de bebé, con agujas clavadas en la parte superior, recrea el crimen de Valladolid, en el que una madre fue encarcelada por asesinar a su pequeño.