Y Castilla se fue a la guerra
Eran tiempos difíciles. Las malas cosechas, hambrunas y epidemias con las que arrancó el siglo XVI en Castilla resquebrajaron el equilibrio que los Reyes Católicos habían logrado mantener en las distintas regiones del Reino y que se rompió definitivamente con el advenimiento de los Austrias. Según explica el historiador francés Joseph Pérez en su libro «Los comuneros», la llegada de un rey extranjero, Carlos I, ahondó en la crisis y el descontento de los castellanos, y dio origen a una serie de revueltas populares que arrancaron en Toledo y se extendieron hasta lugares tan remotos como Murcia o Jaén. Mientras Juana «la loca», la madre del Rey, sufría su encierro en el desaparecido Palacio Real de Tordesillas (Valladolid), el nuevo monarca llegó a Castilla con intención de ejercer gobierno. En 1518 reúne a las Cortes en la iglesia de San Pablo de Valladolid y pide, en vano, la aprobación del impuesto llamado servicio, destinado a sufragar sus gastos en el extranjero. El clima de repulsa por la actitud del Rey se materializó entonces en una carta, escrita en los conventos de Salamanca, que amenazaba veladamente al monarca con la sublevación de «las comunidades» si se negaba a tener en cuenta las advertencias de sus súbditos. Carlos I ignoró la amenaza y convocó de nuevo Cortes en 1520 en Santiago de Compostela y en La Coruña.