Vallisoletano de cuna, leonés de corazón
Manuel Martín-Granizo se planteó su nuevo cargo como una oportunidad de vertebrar las fiscalías de la comunidad autónoma bajo un criterio único; para cumplir ese objetivo, ser castellano de nacimiento con ascendencia leonesa le daba una ventaja especial, tal y como él mismo reconocía hace unos meses en las páginas de este diario. El nuevo fiscal superior de Castilla y León hunde sus raíces en la provincia leonesa; hijo de Mariano Martín-Granizo, magistrado de la sala primera del Tribunal Supremo, nació hace 51 años en Valladolid producto casi de una imposición paterna: su propia madre quiso desplazarse a León para que Manuel naciera en la ciudad de la que procede toda su familia, aunque su padre se negó. Estudió en el colegio de los Jesuitas de Valladolid y al terminar los estudios básicos, se matriculó en la Facultad de Derecho. En 1982 ya era fiscal y en 1985 se trasladó a Cataluña. Una carrera impecable que tiene en el Tribunal de Justicia de Castilla y León su última parada, aunque solamente sea de momento. Sin embargo sus méritos no acaban ahí, como atestiguan sus distinciones más notables:la Cruz de San Raimundo de Peñafort y la Medalla de Oro al Mérito con distintivo blanco, concedida por la Policía Nacional. Después de su nombramiento, expresó su deseo de llevar al ámbito de la justicia «consenso y diálogo» y fijó como temas de su interés el medio ambiente, la prostitución o los casos de conflictos laborales.