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Llegar a fin de mes con 500 euros

Los servicios municipales de acción social y las ONG aseguran verse desbordados por las peticiones de jubilados, viudas y familias en bancarrota por las hipotecas

Concha de la Riva, en el patio de su casa junto a su perrita

Publicado por
Paco Alcántara - valladolid
León

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Felipe asegura: «Me veo ahogado el mes que llega la contribución y los recibos del teléfono, del agua y de la luz». No es para menos, él y su mujer tienen que administrar con sabiduría y mucha imaginación una pensión mensual que no alcanza los 500 euros. «Me han dicho que después del verano subirá la luz un 20% pero, ¿a dónde van a llegar, señor?», se pregunta este agricultor jubilado de 82 años, que confiesa un único vicio «y muy barato», pasear con su dos perros por el campo. No se quejan, Felipe y su mujer resisten porque, durante toda su vida, han aplicado una estricta política de austeridad que ahora les sirve para enfrentarse a unos tiempos donde «todo está carísimo». Carmen (nombre supuesto), con setenta años a sus espaldas, trabaja limpiando una casa. Se separó de su marido hace cinco años cansada de los malos tratos que recibía. Cobra cada mes trescientos euros en concepto de pensión compensativa y recibe otros 70 euros de la Junta. La vivienda que compartían se la quedó su ex marido, por lo que desembolsa 200 euros por el alquiler de una habitación con derecho a cocina. «¿Vivir?, sí, pero con muchas dificultades», cuenta una allegada de esta mujer que prefiere guardar el anonimato, «tienen su dignidad y no quiere dar pena a nadie». Son dos ejemplos de vecinos de esta autonomía que padecen lo que se conoce como una pobreza velada, de la que no se habla, pero que cada vez preocupa más a las administraciones y a las organizaciones que trabajan con los colectivos más desfavorecidos. En los últimos meses, los servicios sociales de los ayuntamientos y de muchas organizaciones humanitarias se han visto desbordados por el aumento de solicitudes de las conocidas como «ayudas de emergencia». Jubilados, viudas, familias endeudadas por créditos e hipotecas y parados de larga duración, que no forman parte de los llamados «excluidos absolutos», conforman este nuevo escuadrón peticionario. Mantienen los especialistas que muchas personas que padecen esta precaria situación la superan gracias al apoyo familiar. «Esta ayuda es lo más importante, porque se encuentran a un paso de la exclusión social», coinciden varios trabajadores sociales. Es el caso de Concha de la Riva, tiene detrás a sus tres hijos. «No guardo ni un euro en el banco, pero me arreglo», comenta sin resquemor esta mujer, viuda desde hace tres años, que percibe 520 euros de pensión, con los que tiene que hacer frente, además de a los gastos cotidianos, a un crédito de 250 euros que solicitó para arreglar su vivienda. «Se vive fatal, pero me conformo, porque, a esta edad, con más de setenta años, me da igual». Los peores meses para su pírrica economía son los de invierno, cuando se juntan los recibos del préstamo y el del gas de la calefacción, pero «no estoy sola y me ayudan mis hijos», aclara con cierto orgullo esta mujer, que cuenta el último detalle de uno de ellos, «me ha pagado un viaje a Ibiza y allí estábamos los de la tercera edad, que no salíamos de la playa, aunque no nos bañamos».

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