Diario de León
Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

Opinión | nepomuceno

Ciertamente el año que acabamos de dejar atrás no ha sido, en lo que al Auditorio se refiere, de «buena cosecha», más bien podría decirse que ha mantenido la dignidad programática gracias a colaboraciones externas que le han dado cierta autonomía a la hora de enfrentarse a un curso lleno de incertidumbres. Las anulaciones y cambios se han repetido y poco o nada han podido hacer los sufridos abonados ante los imponderables, unas veces climatológicos y otras de escasez económica, que se les venían encima, pillándolos por sorpresa y provocando insistentes reclamaciones que no tuvieron la respuesta esperada por parte del máximo responsable del centro que no es otro que el Ayuntamiento.

Una vez más, y son cientos, la música clásica, vuelve a ser la Cenicienta de la cultura, y a quienes les toca dirigir su rumbo parece que tienen otras prioridades que les otorgan mejor imagen y menos quebraderos de cabeza. De ahí que en menos de un año se haya bajado de forma irreversible el alto nivel programático que tenía el centro y se haya hecho desaparecer por vía de apremio a la Sinfónica de León, esa que en pasadas legislaturas, originaba apresuradas e incendiarias ruedas de prensa para tratar de salvarla. Después de haberla utilizado para sus intereses partidistas tano PP como PSOE se han desentendido de ella y sólo la enarbolan cuando no hay nada mejor que vender a los medios. Los festivales navegan en aguas demasiado procelosas y el tan esperado y aclamado Centro de las Músicas Históricas ha sido, como manifestó en su día el actual director del Inaem, «más que un regalo, una patata caliente difícil de sujetar». Así las cosas y con escasas perspectivas de que mejoren en un plazo razonable de tiempo, la tercera ciudad del país que más conciertos programa al año, la octava a nivel de actividades culturales y la primera en luchar durante décadas por salir de ese silencio impuesto y heredado, vuelve a estar en manos de quienes tienen a la música como un bien cultural de usar y olvidar, algo de lo que los leoneses tampoco estamos exentos de culpa porque pocas veces valoramos lo que nos da prestigio y realmente nos identifica sin banderas.

tracking