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opinión | el invento del maligno

El cuerpo

Publicado por
José javier esparza
León

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Una de las novedades más notables de la Ley Audiovisual es que prohíbe el culto al cuerpo en horario infantil. Así, como suena.

¿Estamos ante ese tipo de nube de humo que los políticos lanzan para que nos quedemos con el fuero y perdamos de vista el huevo? Probablemente, pero el caso es que el asunto está en la Ley, así que no va a dejar de tener su efecto. El texto dice expresamente que quedarán prohibidos en horario infantil los anuncios que promuevan el culto al cuerpo y el rechazo a la autoimagen: productos adelgazantes, intervenciones quirúrgicas o tratamientos de estética, que apelen al rechazo social por la condición física o al éxito debido a factores de peso o estética. En un paso más allá, el partido de Rosa Díez pidió incluso que se vetara la publicidad de productos light.

La preocupación general por prevenir la anorexia y otros trastornos es comprensible, porque se trata de un problema real, pero la manera en que esta Ley lo formula es bastante discutible. ¿Por qué? Porque esto es como poner puertas al campo.

Para que las sugerencias de culto al cuerpo desaparezcan de la pantalla, habría que prohibir a los informativos sacar los abdominales de Cristiano Ronaldo y los bíceps de Madonna; habría que vetar los torsos desnudos en las películas y los pases de modelos en la última pasarela de moda; también habría que proscribir los concursos de baile donde los concursantes vayan demasiado destapados, y eso por no hablar de esas series -"más o menos juveniles-" donde la insinuación de la desnudez actúa como reclamo erótico para el público. ¿De qué estamos hablando? Sinceramente, no lo sé. Por el contrario, sería mucho más factible designar alguna autoridad, preferentemente judicial y no sólo administrativa, que sancionara con eficacia los excesos de los canales en materia de sexo, violencia y otros abusos en horario protegido. Pero eso es precisamente lo que esta Ley elude, porque no queda claro en ningún lado quién va a ponerle el cascabel a este gato y, sobre todo, en virtud de qué autoridad. Eso sí: que no sufra el gordito.

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