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opinión | josé luis gavilanes

Misión cumplida

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León

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El 16 de junio del 2008 rendí en este mismo Diario un pequeño homenaje a don Emilio Martínez Torres. Lo hice llevado por el impulso emocional de comprobar que aún estaba en el mundo de los vivos, a punto de cumplir 99 años. Consiguió superar los cien, que ya es cota casi insuperable. Pero el domingo su corazón no quiso latir más. Don Emilio ha dejado tras de sí un ejemplo de profesionalidad y de bonhomía. Había nacido en Valderas. Realizó estudios en el seminario de la localidad, el que frecuentara el P. Isla, coincidiendo con otro célebre eclesiástico valdeirense, Antonio González de Lama, sobre quien acabaría escribiendo un pequeño libro: Antonio González de Lama. Su vida, sus ideales , en 2006. No fue éste el único fruto como escritor. Sobre temas leoneses ya había escrito anteriormente Fray Bernardino de Sahagún (1996) y León, sede imperial (2000). Mas, su principal preocupación fueron las tareas educativas, pedagógicas y filosóficas, de las que fructificaron los títulos: Ontología general y especial (1963) y Psicología, lógica y ética (1965) En la misma dirección hay que situar su último libro, que ofrecía generosamente a cuantos a él se le acercaban, Memoria pedagógica (2008), en el que cuenta sus experiencias personales de tres cuartos de siglo dedicado a la enseñanza. Enveredado hacia la carrera eclesiástica, como tantos adolescentes por aquellas fechas, se desvía por falta de vocación. Viene a León e ingresa en el Colegio Belinchón o Colegio Leonés, donde estudia con denuedo para hacerse maestro. Sus primeras prácticas docentes tienen lugar en una escuela de las Ventas de Nava. En 1933 obtiene plaza como maestro en Villamarco donde le alcanza la Guerra Civil. La falta de compromiso político no fue obstáculo para figurar en la lista de maestros censurados. Libre de la censura, inicia estudios universitarios en la Facultad de San Bernardo de Madrid, de la cual se licencia en Paidología. Benavente y Cuenca serán sus primeros destinos, hasta ganar en 1943 la plaza de Huesca. Allí permanecerá diez años, al cabo de los cuales consigue su anhelado traslado a León. Como profesor, fundamentalmente de la Escuela Normal de Magisterio, de la que fue director por algún tiempo, permanecerá hasta su jubilación. Pero don Emilio no se conformó sólo con la docencia. Su ánimo emprendedor le llevaría a una gestión, de la cual se sentía especialmente orgulloso: la construcción de las Escuelas Anejas al Magisterio, ubicadas en la carretera de Asturias.

Don Emilio fue ese tipo de persona sencilla y humilde, que elude cualquier protagonismo y se vacía en laborar por una juventud instruida y responsable. Se haya o no cumplido el ideal a sus ojos y oídos, al menos estoy seguro que él se nos ha ido con la conciencia muy tranquila de haber cumplido su misión.