Diario de León
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rosa belmonte
León

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El invento del maligno

E l eurofán, el señorafán o el hombresdepacofán es una nueva especie descubierta en nuestro país por los biólogos televisivos. El loqueseafán monta unos pollos de cuidado cuando no le gusta lo que ve en su serie o festival favorito. Que si a Eurovisión quiere ir una periodista que no canta (pues que le corten la cabeza, como finalmente se ha hecho). Que si matan a la protagonista (ahora la serie se llamará La señora sin señora, como Siete vidas se llamó así después de desaparecer el resucitado Toni Cantó). Que si mueren seis personajes a la vez en una masacre (o limpia) de final de temporada...

Hace años mirábamos a los trekkies estadounidenses como auténticos mamarrachos. No sólo por ir en pijama, sino por manifestar públicamente sin pudor su afición e incluso inmersión en un mundo paralelo de ficción. Es verdad que aquí llegaba Robin Ellis (Poldark) y se armaba una buena en cuanto lo sacaban por la calle (y cuando trajeron a los más feos de Sensación de vivir casi se los comen).

Pero eso también pasaba con Jorge Negrete, no es un fenómeno estrictamente televisivo. La gente no se indignaba colectivamente por los accidentes en la mina de Poldark (tener minas es un clásico de la tele). Ahora al personal le dan unas pataletas de campeonato. Se produce una situación paradójica. La madurez del espectador consciente (ayudado de nuevos medios de comunicación y organización como Internet, claro) es directamente proporcional a su infantilización. Una regresión en cuanto a las prioridades por las que perder el tiempo que deja perplejos a los que no entienden esas pataletas.

Es decir, cómo es posible que se preocupen por semejantes tonterías habiendo tantos problemas en el mundo, etcétera. Es la teoría de las vidas paralelas. Es la comparación que el otro día señalaba José Javier Esparza entre el lío montado por el final de La señora y la selección. La gran diferencia es que la vida paralela del fútbol, del hincha de un equipo, hace tiempo que ha sido aceptada. Pero la del fan televisivo o festivalero, no. En España.

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