Diario de León

opinión | el invento del maligno

El rapto de Europa

Publicado por
javier martín domínguez
León

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En España, el festival de Eurovisión suele tener mala prensa, pero buena audiencia. Este año, el tsunami de Karmele promete más de lo mismo. Final de la Champions aparte, éste es el programa televisivo de mayor dimensión en el continente. Tras unos años de declive, dos factores lo relanzaron a un lugar estelar: la entrada de los países del Este en la Unión Europea de Radiotelevisón y el impulso promovido desde la organización por el equipo del danés Bjorn Erichsen. Ahora el país anfitrión -ganador de la edición previa- organiza pero no monta el evento. Un grupo de especialistas diseñan el -˜show-™ con lo último en tecnología televisiva, además de montar una gran operación de marketing, con ingresos por el televoto, venta de discos, vídeos en la Red y demás . Recuerdo cómo envolvieron con mallas y luces un antiguo estadio de Kiev para hacerlo parecer recién construido y dar satisfacción al ahora defenestrado presidente ucraniano Yushenko, que asistía a la cita. ¿Harían lo mismo Sarkozy o ZP de ganar su representante? Es más que dudoso, pero no deja de ser cierto que el acontecimiento mas relevante por el momento de nuestra presidencia europea es el debate en torno a la Marchante y sus «derechos constitucionales» para cantar a Europa. La situación ha puesto en vilo hasta las claves de la reforma de RTVE. ¿Deberán rotarse las cadenas privadas la elección de nuestro representante -ayer La Sexta, hoy Telecinco-, puesto que pagarán los gastos operativos de la pública? ¿Será ésta una cortina de humo ante los problemas de Oliart o su prueba de fuego para curtirse en el circo indomable de RTVE?. Cuando Julio Iglesias probó suerte con Gwendolyne, acabó con el apodo de El termo («Tan dentro de mi conservo el calor »). Ahora el festival se ha convertido en una patata caliente, porque la pública no controla ni la letra ni la música de la operación, cuyo rendimiento no es ya la publicidad que acarreaba su gran audiencia, sino los derechos musicales, la venta del disco y las actuaciones posteriores del intérprete. Ahí le duele a Karmele. Lo único claro es que, con la horterada del Chikilicuatre o el rap de la tertuliana, seguiremos una vez más dando la nota en el rapto musical de Europa.

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