Entrevista | joaquín leguina | político y escritor
«La literatura me da más satisfacciones que la política»
«La sinceridad es signo de mala educación» asegura el escritor que llegó de la política a La luz crepuscular de la memoria.
-¿Son unas memorias políticas, un tratado de historia novelada..?
-Una novela sobre mi generación con personajes en parte reales. Si me los inventaba, era una novela en clave. Recurrí a mi propia memoria, narrando desde hoy hacia atrás. Sin engaños.
-La memoria es traicionera.
-Por eso no hago memorias. Para ser más verdadero. O escribes unas memorias como las de Jesús Pardo, terribles y magníficas por sinceras, o te estás quieto. Unas memorias justificativas son una penosa mentira. Me lancé a la verdad de las mentiras, que es como define Vargas Llosa la novela.
-¿Por qué aconseja usar la sinceridad con moderación?
-Es una palabra peligrosísima. La verdad no tiene por qué ser sincera. Se puede ser veraz sin recurrir a la sinceridad, que es signo de mala educación.
-Es un retrato generacional con hitos como la caída de Allende, mayo del 68, la Transición...
-Me marcó mucho la experiencia chilena, que viví allí. Francia ha sido mi segunda patria y clave para mi formación profesional, sentimental y política.
-¿Qué soñaba aquella generación y qué ha logrado?
-Soñábamos conseguir la revolución y la felicidad de una sola tacada. No hemos conseguido ninguna. La revolución porque no trae más que disgustos: y la felicidad, porque es inalcanzable.
-Las verdades de Leguina ¿son como puños?
-Algunas sí. Otras son más matizadas y puede que haya errores. En la reflexión en política que entrevera la novela se ve mi pensamiento, de izquierda, lleno de firmeza en las ideas y de moderación en las políticas. La moderación es una virtud.
-La disensión ¿sigue siendo pecado mortal?
"Te pueden colgar con rapidez sin contradecir tus argumentos. De mí se ha dicho que tengo Alzheimer o que soy un resentido. Les recuerdo una sentencia china: cuando un hombre señala la luna sólo los necios miran el dedo. Y estos no hacen más que mirar el dedo.
-Su personaje denuncia que se gobierna a golpe de ocurrencia.
-Así es. Un día toca sacar un conejo de la chistera, sin ningún debate previo o acuerdo, el señor Rodríguez Zapatero dice que dará 2.500 euros a cada madre que tenga un niño. Soy demógrafo. Eso es una barbaridad. Y es carísimo. Si se quiere promover la fecundidad hay que hacer otras cosas, no regalar dinero y tratar igual a una trabajadora en paro que a la nieta de Botín.
-¿Quién sale peor parado en este libro?
-Pinochet, desde luego. Franco, también.
-Garzón tampoco queda muy allá. Dice que sus recursos son ilegales.
-Es de traca. Los utiliza de manera ilegal. Si yo, juez, mando detener a un señor y le digo: o declaras lo que quiero oír o vas a la cárcel. No declara y lo encarcela. La cárcel afloja la voluntad y el juez obtiene la declaración y lo suelta. Eso se llama delito. Los asuntos del mismo juzgado, sean del proceso que se trate, aparecen cada día en el periódico de turno, el que le caiga bien al que lleva el juzgado. Eso es otro delito contra la ley de enjuiciamiento criminal. Nadie ha investigado esos delitos. Y eso es aún peor. Si es grave que se cometan delitos en un juzgado, más grave es que queden impunes.
-¿Qué acontecimientos deja más huella en el protagonista?
-Chile, que es un trauma muy gordo, muy violento que se graba a fuego en la memoria. Lo tenía muy presente. Demostró que era mejor ir despacio que corriendo, y aún mejor con el respaldo electoral que con la vanguardia revolucionaria. La derrota, la tragedia, el golpe fue un jarro de agua realista sobre las mentes de muchos.
-¿Se sitúa en el desencanto o al margen de la política?
-Desencantado no, porque nunca estuve encantado con la nueva dirección, a a la que nunca voté. Y eso que me valdría decir que «ya lo decía yo». Pero ya no soy un político, más allá de observador y opinante. Ni tengo mando en plaza ni aspiro.
-El debate es si Zapatero debe ir a un tercer mandato, ¿qué cree?
-Sí. Se tiene que presentar. Si hubiera advertido que era su última legislatura, no pasa nada. Pero si con la que está cayendo dice que no se presenta, está dando la batalla por perdida. Eso no lo debe hacer un partido. Que se presente, que yo le votaré.
-¿La literatura le da más satisfacciones que la política?
-Sí. Y es obvio que no es por dinero. Para vivir de lo que escribes tienes que ser Pérez Reverte, al que leo y admiro.