Diario de León

Reportaje | e. gancedo

Del «petardo» a los «tres chutes»

Los leoneses han bautizado sus esculturas con todo tipo de nombres ocurrentes y picarescos

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León

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«Si no te gusta León, ahí tienes la estación». Uno de los dichos más conocidos de la ciudad se aplica a una estatua, la de Guzmán, cuya mano extendiendo el cuchillo con el que prefiere que maten a su hijo en vez de rendir Tarifa (¡y luego le llaman el Bueno !) parece más bien estar indicando la dirección de Renfe.

Pero a este recio bigotudo se le llama también Paco Puñales . Una muestra de la certera retranca leonesa que, cuando se refiere a las estatuas y esculturas, produce apelativos tan contundentes como La Tarasca para La Lola del bar homónimo, La campana para El arco viajero de Torres de Omaña, La familia Tetra-brik para las figuras de Burgo Nuevo o El Gigantón para La Vieja Negrilla (ahora nueva) de Santo Domingo (a quien acompaña una leyenda, la de que palparle las partes pudendas otorga buena suerte).

En 2007, la Concejalía de Cultura editó un completo catálogo sobre la escultura urbana de León con varias rutas visitables, pero existe otra ruta, pícara y soterrada, que bautiza como El divorciado al padre de bronce que intenta cuidar de su hijo junto a la Catedral o Leopoldo con Lladró o El jubilado al Gaudí de Botines. Los hay casi innombrables, como llamar El pederasta al conjunto que refleja a Odón Alonso con sus alumnos, y otros con mala leche, como El cagadero a la intervención metálica tras la Catedral. «¡A quién se le ocurre dedicar una escultura a los cantos!», dicen que dijo un paisano cuando vio el también llamado Antiaéreo de La Lastra.

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