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Publicado por
javier martín doomínguez
León

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El invento del maligno

H abía un dicho en Manhattan, que seguro aún perdura, según el cual no eras un auténtico neoyorquino si no tenías abogado y psiquiatra. Sin ellos no eras ni un neoyorquino, ni un hombre moderno, un hombre sujeto a líos legales y líos mentales. Lo que no cuenta la frase es que para ser ese ciudadano del tiempo actual también tienes que tener un tercer elemento: dinero, para pagar a los abogados y a los psiquiatras, que no suelen ser muy asequibles.

Para estos tiempos de merma económica, el diván más barato vuelve a ser el televisor que va aumentando cada día sus dosis de confesionario psicológico. Para mentes analógicas, ahí está el recurso de llamar a la pitonisa del tarot. Para neurosis de altura, tenemos una amplia gama de programas con silla para catarsis de famosos con historias conspicuas. Los abandonados por sus parejas confiesan su corazón y relajan sus mentes dejándose ver por el televisor, consiguiendo además que este medio esquizofrénico no les cobre por la sesión, sino que les pague por facilitar un beneficio psicosocial para todos. Ya dejó asentado Marshall McLuhan en su «Comprensión de los medios» que con «la llegada de la tecnología electrónica, el hombre había extendido o sacado de sí mismo un modelo vivo del sistema nervioso central». Los gurús de la comunicación bucean en este mecanismo simbiótico para que los medios den respuesta a nuestras ansiedades . Unos apaciguan nuestras almas sentimentales con los programas de corazón. Otros tratan de sacarnos de la crisis económica que enturbia nuestras vidas con mensajes colectivos de autoestima social. El mejor botón de muestra lo tenemos en la campaña del «esto-lo-arreglamos-entre-todos.org». Con programas y campañas de este calado, ya no necesitamos ni psiquiatra, ni ministro de Economía. Para los que no creen en estos milagros electrónicos, la mala noticia es que el recurso a Freud sale más caro. En el país en que los autores denuncian cada día la piratería y la falta de defensa de sus derechos, resulta que Freud (y otros) tardará en pasar a dominio público diez años más que en el resto del mundo. Buscar consuelo en los textos del padre de la psiquiatría seguirá prohibido en las webs españolas. Total para qué, si tenemos la televisión.