EL INVENTO DEL MALIGNO
¡Vaya tropa!
El invento del maligno
Primer gran fracaso del año: el de Vaya tropa, que pretendía ser la adaptación al mercado nacional del éxito vasco Vaya semanita. Cuatro, que emitía el programa, le ha dado puerta. ¿Y por qué ha fallado Vaya tropa ? De unos años a esta parte estamos viendo cosas muy raras en el mundo de la comunicación: productos que apuntan más a la venta que a la calidad del propio producto, estrategias que priman la publicidad sobre el contenido, programas que invierten más en técnica que en talento Es como si todo el mundo hubiera decidido poner el carro delante de los bueyes, y así nos va: que no avanzamos. Pero una serie, por ejemplo, no va a ningún lado si no tiene una buena historia que contar, por mucho que se invierta en producción, y un programa de humor tampoco hará gracia si uno se gasta más en atrezzo que en guionistas. A Vaya tropa, que era un programa generalmente muy bien confeccionado desde el punto de vista técnico, le faltaba sin embargo lo cómico; eso, en un programa de humor, es letal. El batacazo es interesante, porque de todo el equipo inicial de Caiga quien caiga y sus prolongaciones, nadie ha conseguido establecerse como gran figura de la tele. Wyoming se ha hecho un hueco a codazos con un programa de puro culto a la personalidad, impotable para quien no comulgue con la muy definida ideología del personaje. Tonino está en el mundo del teatro y la música; Juanjo de la Iglesia, en el de la radio. Manel Fuentes -"que llegó después-" también ha dejado la tele.
Arturo Valls ha triunfado con Cámara café, pero ha fracasado con Gominolas. Vaya tropa no ha mejorado el paisaje. Ahora el balance se puede resumir con el título del programa: Vaya tropa. Aquello de Joder, qué tropa lo dijo el conde de Romanones -"uno de los personajes más discutibles de la política española del siglo XX-" y desde entonces ha dado muchísimo juego como tópico multiusos.
A los de Vaya tropa se les puede aplicar con toda soltura, y tal vez también a quienes han pensado que el experimento podía funcionar, como quien vende bocadillos de jamón sin jamón.