Fatuos
El invento del maligno josé javier esparza
Sigue coleando el caso Generación Ni-Ni, ese reality para vagos que ha perpetrado La Sexta y donde los alegres cerditos de la granja simulaban (¿) una agresión sexual que la cadena, faltaría más, emitió en prime time. ¿ Hacia dónde colea el conflicto? Hacia donde podía presumirse: aquí todo el mundo se rasga las vestiduras pero nadie osa ponerle el cascabel al gato. El Ministerio competente, que es el de Industria, no ha abierto la boca. Y el Ministerio de Bibiana Aído -”afectado por lo de la cosa sexual-” se ha limitado a decir que ya ha «activado todos los protocolos» para canalizar las quejas recibidas. Eso de «activar todos los protocolos» tiene interés: delata el origen de una generación formada a base de películas americanas. Pero, más allá de eso, ¿qué quiere decir? Mientras tanto, la cadena responsable del desaguisado todavía se permite mirarnos por encima del hombro, como en ella es costumbre. Una de las cosas que más me pasma en La Sexta es ese desahogadísimo complejo de superioridad moral que la caracteriza.
Ya dio buena muestra de ello cuando el asunto Tertsch/Wyoming, y ahora ha elevado la desfachatez al cubo con este otro caso de los cerditos abusadores de Generación Ni-Ni. Todo el mundo, Gobierno incluido, ha cargado contra La Sexta, y ello por una sola razón: porque lo que ha hecho es impresentable. Pero he aquí que La Sexta, lejos de tomar medidas contra el abuso, se ha descolgado con una declaración formal donde viene a decir lo siguiente: «lo que este programa busca es prevenir y reprobar comportamientos inadecuados entre los jóvenes». Ea: porque yo lo valgo. Y se quedan tan anchos.
Pero si buscan prevenir comportamientos, ¿por qué los provocan? Y si buscan reprobarlos, ¿por qué los emiten? El argumento es de una hipocresía insostenible. Hay que reconocerle, sí, mayor perfección formal que a ese otro argumento según el cual las cadenas, si dan basura, es porque el público lo pide, pero aquí la perfección formal no es atenuante, sino agravante. Porque demuestra que, además, nos toman por tontos. Qué gente más fatua.