Diario de León

Digno colofón a un año incierto

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Crítica de música miguel ángel nepomuceno

Hacía algún tiempo que el pianista leonés Joaquín Soriano no ofrecía un concierto en el Auditorio Ciudad de León, de ahí que el esperado reencuentro con su arte haya vuelto a ser no sólo gratificante para los aficionados sino también enriquecedor para quienes entendemos la música como algo consustancial al enriquecimiento del hombre.

En esta ocasión se rodeó de una formación camerística de reciente creación, el Quinteto Eutherpe, en homenaje a esa modélica fundación, generadora de música a todos los niveles, y que por fortuna todavía no ha sido eliminada del panorama cultural leonés por los poderes fácticos, aunque crucemos los dedos porque todo depende de cómo amanezca el día.

El miércoles actuaron como telón de cierre de las actividades musicales del Auditorio dentro de la temporada de abono 2009-2010 con un programa en el que el piano dejaba el protagonismo al quinteto de cuerdas, que se reveló como una formación de jóvenes talentos con gran entusiasmo y una elevada dosis de entrega que redundó en dos excelentes ejecuciones.

Con sobrada calidad. Como es preceptivo, el piano lo señoreó todo en ambas obras y si en La Trucha su protagonismo es de enorme contundencia, cosa que Joaquín Soriano hizo con la seguridad, limpieza y brillantez acostumbrados, no por eso la cuerda pasó inadvertida ya que la fuerza y vitalidad de su expresión melódica contrastó con la poética sonoridad del chelo en el tema del lied de la quinta variación del scherzo.

La segunda obra, el escasamente escuchado arreglo del concierto en fa menos de Chopin para quinteto de cuerdas, fue otro hallazgo. Tras la importante introducción orquestal el primer tema del Maestoso es de un considerable dramatismo, que tiene su contrapunto en el segundo tema, anunciado por las cuerdas, algo menos elegantes y apacibles ahora que en el anterior. El maravilloso larghetto es un nocturno para piano y orquesta de una belleza que necesitaría la pluma de Proust para ser expresada. Su agitada sección central es de una ideal perfección que encierra un sentimiento lleno de compasión. Excelente el allegro vivace, casi una mazurka que conduce al clímax del piano, al que Soriano infirió una sobrecogedora grandeza. La cuerda arropó el giro melódico con probada eficacia.

Un hermoso concierto de clausura con un grupo que debe repetir en este Auditorio.

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