Diario de León
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El invento del maligno José javier esparza

Esto puede cambiar en cualquier momento, porque aquí el paisaje varía en segundos, como el cielo en la Patagonia, pero de momento la noticia es esta: Arguiñano deja Telecinco. O más exactamente, Telecinco le deja a él.

La cadena ha hecho pública una nota en la que dice textualmente lo siguiente: «Telecinco lamenta no poder seguir colaborando con Arguiñano, por quien ha desarrollado un gran afecto en estos años de trabajo conjunto».

No me negará usted que es enternecedor el tono, con esa mención del afecto. Bueno, ¿y por qué se ha roto el afecto? También la nota de la cadena nos lo dice: «Las pretensiones económicas de la productora eran demasiado altas para los criterios de rentabilidad de Telecinco».

O sea que Mediaset, que es el nombre de guerra (financiero) de Telecinco, rompe con Bainet, que es el nombre de guerra (comercial) de Arguiñano. Conviene recordar que la televisión, tal y como esta gente la tiene planteada, es un negocio (y conste que me refiero a las dos partes, o sea, a Telecinco y a Arguiñano).

Al parecer, el problema del canal es que el «lote Arguiñano» no se limita al programa de cocina, cuya rentabilidad no es discutible, sino que incluye otros espacios de la misma productora cuyos resultados son mucho más problemáticos, como Decogarden y Bricomanía.

Arguiñano pide un Potosí, y está en su derecho, porque para eso se lo curra. En respuesta, Telecinco cierra el grifo, y también está en su derecho, porque el dinero es suyo. Resultado: atasco, colapso y, al final, ruptura, o sea, que se acabó el «afecto».

Es verdad que Bricomanía y Decogarden, que han sido programas históricos en nuestra pantalla -”sobre todo el primero-”, han dejado de funcionar. Telecinco dice que es por la «fragmentación» de las audiencias, un fenómeno que aquí predijimos hace un par de años y alguno se nos reía.

Y ojo al dato, que decía el clásico, porque esto va a empezar a generalizarse en todos los canales en los próximos meses. Ahora la pregunta es: ¿Cómo rentabilizar la fragmentación? En ese enigma ocupan hoy sus meninges los cerebros de la tele.

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