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Entrevista | M. Antonia Domínguez | Maestra, antropóloga y escritora

«Pensaba que se reirían de mí en la Universidad, pero acabé Antropología»

María Antonia Domínguez con birrete de licenciada. Derecha, en la iglesia de Nava de los Caballeros.

León

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María Antonia Domínguez es una luchadora. Tiene 84 años y muchos planes. Lleva nueve operaciones en el cuerpo y está enfrascada en la tesis doctoral. A los 80 se matriculó en Antropología. «Pensaba que se reirían de mí en la Universidad».

­-¿Cuándo empezó a estudiar Antropología?

-Tenía ya 80 años. Me llevó tres acabar. Ahora voy por el doctorado.

-¿Por qué decidió hacer una carrera a su edad?

-Porque tengo un nieto con tres carreras que me decía: «Abuela, ya está bien de tanto libro. Vas a ir a la Universidad». Yo le contestaba: «Se van a reír de mí». Entonces pensé hacerlo en la Universidad de mayores. Mi nieto me respondió: «Eso no es académico». Y me matriculó en Antropología; y al final acabé.

-¿Iba a clase?

-Sí y tomaba apuntes.

-¿Sobre qué está haciendo la tesis?

-Primero tengo que acabar la tesina, que es sobre la iglesia de Nava de los Caballeros. La tesis será sobre la ribera del Esla.

-Y ahora acaba de publicar un libro sobre la historia de Navas de los Caballeros.

-Sí, el próximo miércoles lo presento en la parroquia. Irán varios catedráticos.

-Y el dinero que recaude con el libro será para restaurar el retablo de la iglesia.

-Sí.

-¿Por qué?

-Tengo raíces religiosas muy fuertes. He investigado que un antepasado mío, Andrés del Caso, fue obispo y fundó el primer seminario de León. Soy muy piadosa porque fui una niña muy enferma.

-¿Por qué ese empeño con el retablo de la iglesia?

-Ya se restauró una primera fase. Lo financiamos a base de loterías. Falta una segunda fase.

-¿De qué época es?

-De finales de 1600. He investigado mucho y encontré también unos cuadernillos sobre las cofradías.

-¿Cuándo acabe la tesis piensa seguir estudiando?

-No lo creo, aunque le digo al niego que ahora me voy a meter en Políticas. Tengo pendiente de escribir el libro sobre la historia de Cofiñal y sobre Lillo.

-¿En la Universidad están atónitos con usted?

-Me encantó la experiencia. Copiaba mucho. Me sentaba en la primera fila y no dejaba escapar una palabra.

-¿Qué tales notas sacaba?

-Buenas, tengo varios notables y algún sobresaliente. Estuve a punto de sacar una matrícula.

-¿Nunca suspendió?

-Dejaba algunas asignaturas para septiembre. El trabajo de campo no me fue difícil, porque yo escribo libros.

-¿Le convalidaron asignaturas de Magisterio?

-Sí.

-¿Estudió en Madrid?

-Sí. Soy de Puebla de Lillo, pero mi padre sufrió un embargo y tuvo que irse a América, para intentar recuperarse. Murió en Argentina. Luego me casé y acabé viviendo en Madrid.

-Si es de Puebla de Lillo, ¿por qué escribe tanto de Navas de los Caballeros?

-Porque me casé con uno de aquí, que era guarda forestal.

-¿Ejerció de maestra?

-Sí. Sacaba muy buenas notas. Los profesores le decían a mi madre que tenía que seguir estudiando, pero ella, que era viuda, prefería que me casara. Al final, me casé a los 19 años y he tenido una vida de mucha lucha.

-Pero también fue maestra-¦

-Sí, durante doce años en Cofiñal. Luego nos trasladamos, porque yo tenía problemas de salud, a Castilla-La Mancha, a Campo de Criptana, primero; y después, a Tomelloso. Luego, a Madrid, donde ahora viven mis hijos.

-¿Cuántos hijos tiene?

-Tuve ocho embarazos, pero me viven cuatro; y tengo doce nietos.

-¿Y ellos que opinan de que estudie una carrera a estas alturas?

-Están contentísimos.

-¿Se hizo la orla con sus compañeros de promoción?

-Naturalmente, con el birrete.

-¿Le gusta investigar?

-Mucho. Llevo dos árboles genealógicos de la familia Domínguez y de la rama Llanos.

-¿Cuándo va a acabar la tesis?

-No me corre prisa. En dos o tres años.

-¿Qué es lo que más le gusta de la Antropología?

-Me gusta todo. Me encanta.

-¿Le ha cambiado la vida?

-Sí. Todo son cosas nuevas.

-¿No le bastaba con leer y escribir?

-No. De un año a otro pierdes energías. Sé que no voy a ejercer, pero me hacía ilusión.

-¿Era muy empollona?

-Algunos días me acostaba a las 2 y me levantaba a las 6 para estudiar. A veces se me caía el boli al suelo en casa, porque me quedaba dormida.

-¿Iba a clase a diario?

-Sí. Iba un trecho andando y luego cogía el autobús. Casi siempre me cedían el asiento, porque si iba de pie me caía al suelo.

-¿Y cómo se decidió por la Antropología?

-No sabía ni que existía. Fue mi nieto el que me animó. Yo ya me consideraba mayor para estudiar. Mi hermana me decía cuando era joven: «Haz Filosofía y Letras por correo». Pero con los hijos no podía.

-¿Pero el hábito de estudio no se pierde?

-No.

-¿Y la memoria?

-Tampoco. Cuando hice la oposición de Magisterio repasé mucho.

-¿Qué tal se llevaba con sus compañeros?

-Éramos unos veinte. Al principio me llamaban «madrecita». Yo les dije, de madrecita, nada; soy abuela.

-¿Si pudiera, en qué se matricularía?

-Aunque sólo fuera de oyente, me gustaría matricularme en Políticas.

-¿Había precedentes de otros alumnos de su edad?

-No, alguno de 70... Sólo hay que tener un poco de ilusión y de cabeza.

-¿No le tienta escribir sus memorias?

-Sí, tengo que escribirlas. Llevo ya nueve quirófanos en el cuerpo. A mi la fe es lo que me salva.