Aparece una copa de plata que pudo usarse en los concejos medievales
El recipiente, procedente de Valdavida, cerca de Almanza, se utilizaba para que los vecinos bebieran vino al final de la reunión y es el cuarto que se encuentra en León
Llevaba más de cincuenta años en su casa, pero ha sido ahora cuando Fernando Gil ha pensado que la copa que su padre dejó en herencia puede ser uno de esos recipientes con los que se daban por concluidos los concejos abiertos, las reuniones vecinales cuyo origen se remonta al siglo X.
La copa, de plata y con la leyenda: «Sirvo al concejo de Baldabida» es una de las pocas piezas de estas características que hasta el momento se han encontrado en la provincia. El etnógrafo Joaquín Alonso asegura que tan sólo existen tres, en Genicera, Caminayo y en Pallide. El resto se ha perdido o sus propietarios las conservan sin saber muy bien la tradición de siglos que encierran.
Alonso explica que los concejos tenían unos recipientes para beber el vino con el que los vecinos pagaban las multas, acto con el que se cerraba esta reunión vecinal. «No se trataba de algo hecho al azar. Era un acto que cohesionaba al vecindario y que ayudaba a la participación. Era una manera de finalizar con una acción de solidaridad de todo el pueblo», subraya el antropólogo. Y es que las posibles disputas y desencuentros que hubieran surgido durante la reunión se resolvían con la acción relajante del vino. «No debemos olvidar que tiene un componente psicológico importante. El vino hace olvidar y es una manera de relajación a través de la que los que han sido sancionados aceptan su 'castigo'», manifiesta Alonso.
La copa descubierta es de plata, lo que lleva a pensar que era la que utilizaba la nobleza, ya que el pueblo se servía de otros elementos más básicos, como el cuerno hueco de un animal.
Joaquín Alonso destaca además que se trata de una costumbre típicamente leonesa y recuerda que en algunas zonas este sistema ha prevalecido. «El concejo es una tradición que ayudó a cohesionar a la población, fomentando la participación y la ayuda mutua», precisa.
La copa, explica el investigador, se guardaba en un arca cerrada con tres llaves junto a la vara, las ordenanzas y la documentación del concejo, lo que da una idea de la importancia que los vecinos conferían a esta pieza.
Alfonso IX, último rey leonés, fue el gran amparador de la representatividad del poder del pueblo. El investigador y divulgador Matías Díez Alonso destaca que el pueblo leonés gozó de una verdadera democracia concejil. «Esta nuestra tierra enviaba a la ciudad y a las villas, ante jueces y magnates a sus hombres buenos, sus personeros, sus mandaderos, como se les llamó más tarde, a los procuradores de los concejos».
En los concejos se trataba la batida de lobos, la facendera o huebra, la refacción de puentes, caminos, presas y retenes, la espalada de la nieve, la corta de la leña de rozo, los acotados de pastos, la construcción del chozo merinero, las veceras, los repartos de tierras comunales, se nombraban campaneros, peritos, guardas, adquisición de sementales... «En los concejos se trataba de todo, hasta de los fenómenos naturales, porque en un concejo se trató de suprimir el mes de marzo y pasar de febrerillo el loco a abril hueveril y en otro concejo leonés se acordó apalear al mozo forastero porque tuvo la bravuconería de decir que iba a sacar preñadas a todas las mozas del pueblo», relata Díez.