Crítica | marcelino cuevas
La elegancia de la línea
Luis Medina expone sus Archemotions en la galería Sardón
Corren malos tiempos para el arte. Estos días se anuncia en la ciudad la desaparición de dos galerías privadas. Una, Lancia, clásica en el panorama artístico de León, con más de treinta años de actividad ininterrumpida y con una nómica de artistas en la que figuraron Vela Zanetti, Félix de Agüero, Ramón Villa, Juan Carlos Uriarte, Karlos Viuda-¦ y una larga lista de artistas nacionales e internacionales. La Otra, Cubo Azul, con poca pero intensa trayectoria, con participación en las más prestigiosas ferias de arte nacionales, con una apasionada dedicación a las nuevas tendencias, y un especial acento en la fotografía. Mari Pepa y Laura, se van, la una en busca de un merecido descanso, y la otra en pos de nuevos e ilusionantes proyectos.
Por eso es gratificante que poco a poco las galerías de arte vayan incorporándose de nuevo después de las vacaciones estivales. Ahora le ha tocado el turno a Sardón, que inaugura exposición después de una complicada temporada anterior. En sus paredes cuelgan las obras de un pintor santanderino que expone por primera vez en la capital leonesa, Luis Medina.
Abstracción. Luis Medina es artista de largo recorrido. Su pasión, desde hace muchos años es el dibujo, pero se ha enamorado perdidamente del color y vive con él un apasionado romance. Medina ha pasado por distintos capítulos en su carrera. Fueron primero las manchas de color en lienzos completamente abstractos. Mientras que en los últimos tiempos pasó por una interpretación geométrica de paisajes urbanos que presagiaba ya su momento actual, en el que decididamente se ha inclinado por la abstracción geométrica. El pintor cántabro conjuga con gran acierto las manchas grises, con una amplia gama que va del negro más absoluto casi al blanco, con finas líneas llenas de cromatismo, rojas, verdes, amarillas, que aportan a sus obras una extraña luminosidad. Una composición enormemente cuidada potencia la pintura de este Vasarelli santanderino que, sin sumergirse en los laberintos del pop art, sabe hacer una pintura de profundo sentido y de engañosa sencillez. Sus cuadros, sobre todo los de la última hornada, tienen un especial atractivo y son enormemente elegantes en su composición.
Una exposición interesante y llena de sugerencias que abre la temporada de la capital.