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El invento del maligno | José Javier Esparza

Presiones

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El invento del maligno josé javier esparza

El asunto lo ha aireado la web instantes.net. Resulta que el Telediario 1 de TVE, el pasado 1 de octubre, mostró una comparativa del paro en España y en Europa.

Lo hizo con un bonito gráfico formado por tres barras: una, el paro en la UE, que es del 9,6%; el otro, el paro en la zona euro, que es del 10,1%, y el tercero, el paro en España, que está en el 20,5%.

La cifra española de paro dobla a las otras dos. Pero lo curioso es que el gráfico no reflejaba esa proporción, sino otra mucho más reducida.

Si usted ha de representar con barras un 10 y un 20, lo lógico es que la barra del 20 sea de doble tamaño que la del 10. Porque diez por dos son veinte, ¿no? Pero en el gráfico de TVE no había tal proporción, sino que la barra correspondiente al paro español era sólo algo más alta que las otras dos.

Impresión que recibe el espectador: la diferencia entre el paro español y la media europea no es tan grande. Y ahí está la manipulación. En TVE llevan años desgañitándose con proclamas sobre su supuesta neutralidad. «Se acabó la televisión de partido», nos dicen. Mejor que nos lo digan con barras, ¿no? Y mientras instantes.net aireaba las vergüenzas de la Pública, Contreras, el de La Sexta, aireaba las vergüenzas de las privadas. ¿Por qué? Por la fusión entre Telecinco y Cuatro, que puede amenazar gravemente la libre competencia en el paisaje televisivo. De esa fusión va a nacer una cadena con televisión en abierto y televisión de pago a la vez, y todo ello con Telefónica por medio. Y además, con la exclusividad publicitaria a través de Publiespaña, que es otra dimensión del asunto y que Contreras no tocó.

¿Cómo se ha permitido que nazca semejante monstruo? Las palabras de Contreras son inquietantes: «Hay presiones políticas, hay presiones a los responsables de los estamentos que tiene que decidir y esperemos que esto se haga lo más público posible».

Así que tenemos presiones en la Pública, con ese asunto de las barritas, y presiones en las privadas, y todos los movimientos remiten, al final, a agentes que habitan en los aledaños del poder. Qué feo, ¿no?

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