Diario de León

Entrevista | José María Merino | Escritor y académico de la RAE

«En León se cristalizó mi mundo sentimental»

Un periodista pregunta a un conocido poeta cuál fue su momento inaugural. La respuesta obliga al escritor a bucear en su infancia. El resultado: «Las antiparras del poeta burlón», l

El escritor y académico leonés José María Merino, que publica nuevo libro.

El escritor y académico leonés José María Merino, que publica nuevo libro.

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-Todo escritor tiene su «momento inaugural», ¿el suyo fue descubrir de niño unas antiparras en San Marcos que atribuyó a Quevedo?

-No. Mi momento inaugural fueron las redacciones del colegio. Entonces hacíamos excursiones y nos encargaban redacciones de «El día de la primavera», «Viaje a la térmica de Ponferrada»...

-Con su libro uno siente ganas de volver a leer a Quevedo. Parece que piensa iniciar a los jóvenes en su lectura...

-Algo de eso hubo en el libro. Hay un recuerdo personal de los paseos con mi padre hasta Trobajo y lo que me contaba al pasar ante San Marcos. Los jóvenes se están alejando del mundo clásico y es una pena.

-La primera vez que el niño protagonista del libro oye hablar de Quevedo cree que se refieren a ese personaje soez de los chistes...

-El propio Quevedo está en el asunto, con Gracias y desgracias del ojo del culo . Hay mucho de excrementicio en Quevedo. Eso es fundamental para crear la leyenda y de ahí la gente se inventó al Quevedo guarro...

-El protagonista quiere emular a Quevedo y comienza a escribir sonetos contra sus compañeros de clase.... ¿es un ajuste de cuentas?

-¡Qué va! No recuerdo más que a Pelopincho, que es un personaje real. Decía que su familia le cortaba el pelo a cepillo para fortalecérselo. También algún pijo (el hijo del notario)... Los demás, son inventados.

-Al final del libro hace una concesión a Góngora, enemigo acérrimo de Quevedo, y le da la última palabra...

-Es de justicia. Aunque Góngora no era mudo, Quevedo lo sacudía demasiado. Quiero echarle sí un capote. No explico qué es el ojo ciego ni los greguescos, para estimular a los jóvenes a averiguarlo.

-¿El Siglo de Oro español ha caído en el olvido?

-En Madrid el Teatro Clásico ha hecho una recuperación espléndida de Lope de Vega y de Tirso de Molina, con lo que se demuestra que son muy interesantes y divertidos. Hay un esfuerzo institucional, pero hay una inercia que nos aleja de los clásicos. Eso no pasa en países como Francia o Inglaterra. Aquí somos muy olvidadizos.

-A usted le gusta experimentar en literatura y desde el punto de vista de la estructura este libro es muy novedoso: surge por la pregunta que le hace un periodista a un escritor sobre su momento inaugural. Y luego el escritor le cede a un colega sus reflexiones para que las publique en su nombre...

-Es fundamental en la literatura la forma; y para el escritor, jugar con la forma es muy gratificante. No despisto al lector y aprovecho para darle una pequeña antología y para enriquecer mi proyecto.

-¿Qué escritores le marcaron?

-Es dificilísimo responder. Hice un prólogo recientemente para Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain; y me pareció un gran libro. También los escritores del siglo XIX. Heidi , de Johanna Spyri, que juega con el mundo de los sueños. También los clásicos. Galdós, Pardo Bazán... A mi padre le gustaba mucho la poesía de Lorca y de Machado. También leí a Verne; algunos escritores del Siglo de Oro... Entre los 6 y los 14 años leí muchísimo. Me resulta difícil hacer un resumen. El primer novelista moderno que leí fue Pío Baroja, que me gustaba, pero me deprimía mucho.

-¿Se ha llevado muchas decepciones cuando ha releído de adulto libros que le fascinaron en la infancia?

-Acabo de releer Tom Sawyer y me parece genial. Es la primera vez que hay un protagonista niño. Es un arquetipo. Oliver Twist me ha gustado, pero me he dado cuenta de que de niño no capté el aspecto humorístico del libro, sólo el drama. Heidi es una pequeña gran novela. Digamos que no me he llevado muchas decepciones con los libros que leí en la infancia.

-El padre del protagonista, que no simpatiza con el régimen franquista, le explica a su hijo que él es de «cáscara amarga», ¿qué significa esta expresión?

-Mi padre lo decía. Debían llamar así a los de izquierdas o a los republicanos. En Madrid me han dicho que allí era al revés, los de cáscara amarga eran los de derechas. Es un idiotismo que no puedo entender.

-El padre, en un momento dado, le confiesa a su hijo lo importante que es tener buenos amigos... ¿es su caso?

-Sí. Los amigos o son buenos o no merecen la pena; y lo digo en el sentido de profundidad, no interesado. Te ayudan a vivir la vida y tú a ellos. Creo en la amistad.

-¿Algún día no escribe?

-No, porque por una cosa o por otra, sea ficción o ensayo, escribo todos los días.

-¿En qué trabaja ahora?

-Estoy rematando un libro de cuentos.

-¿Tiene título?

-Estoy a vueltas con él; tengo varios.

-¿Cuando lo publica?

-Aún no sé. El próximo año.

-Conociéndole, seguro que algo más trama...

-Estoy dándole vueltas a una novela, la segunda parte de la trilogía que inicié con El lugar sin culpa . Estoy desazonado...

-¿Qué es lo primero que se plantea a la hora de escribir una novela?

-Por supuesto, la historia es importante, pero no tanto como en el cuento. Lo importante es el punto de vista, cómo aproximarse al personaje, desde dónde voy a contarla. Si el protagonista es femenino o masculino...

-¿La elección de la primera o la tercera persona?

-Sí, es muy importante, porque da una dimensión diferente. También puede estar escrita en segunda persona. Esas incógnitas hay que despejarlas antes de empezar.

-¿Trabaja con el diccionario al lado?

-Sí lo uso normalmente. Tengo un léxico ya fijado, pero a veces lo utilizo para buscar un sinónimo.

-¿Un léxico fijado quiere decir que hay palabras que ha hecho suyas y otras no?

-Claro. Hay palabras que uso mucho.

-¿Cuáles son sus favoritas?

-No sé decirlas ahora, pero lo noto al escribir. Ya uno tiene una familiaridad con un mundo verbal que a veces no es suficiente para expresar algo, por eso hay que dar vueltas.

-¿Le ha cambiado de algún modo ser miembro de la RAE?

-Sí, un poco. Me ha organizado la vida. Ahora todos los jueves tengo que estar en Madrid. Me ha quitado libertad, pero me ha centrado. Estoy contento.

-¿Entrega directamente sus libros a la editorial o se los deja leer a alguien primero?

-Depende. Normalmente la que sufre mis libros es mi mujer, con la que tengo grandes broncas cuando hay cosas que no le gustan y a mí me molesta que no le gusten. Con amigos nos intercambiamos los originales. Una mirada ajena es enriquecedora.

-¿Hay algo que le apetecería escribir y no se ha atrevido?

-Eso no, pero estoy luchando con esa novela de la trilogía y tengo sensación de impotencia. Me pasa en cada libro.

-¿Escribir así no es una tortura?

-Es lo estimulante de escribir. Lo frustrante es si no consigues acabar la novela.

-La difícil sencillez de la que hablaba Azorín...

-Seguramente. Admiro a esos escritores que son como Vargas Llosa; su libro La fiesta del chivo es de gran calidad y puede ser leído por cualquiera. También El Quijote puede ser leído por todo el mundo...

-La historia del niño que encuentra las supuestas antiparras de Quevedo, ¿le ocurrió de verdad?

-Encontré unas antiparras oxidadas en San Marcos, pero estoy seguro de que no eran de Quevedo.

-¿Por qué el León de su infancia es una referencia recurrente en sus libros

-Ahí se cristalizó mi mundo sentimental y eso queda de por vida. Es el lugar donde nacen mis sentimientos. Ahí tuve mi primera novia, mis primeros amigos, perdí a mi abuelo, estaban mis padres, mis hermanos...

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