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Cinco mujeres sin apuntador

El Laboratorio 987 del Musac acoge desde hoy el proyecto «CGEM: Apuntes sobre la emancipación»

Carolina Caycedo, Judi Werthein, Adriana Lara, Carla Fernández y María Inés Rodríguez

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cristina fanjul | león
León

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Emancipación, autonomía, liberación de la servidumbre... Utilizando este concepto como punto de partida, cinco artistas latinoamericanas han encarado otros tantos proyectos que desde mañana acoge en el Musac el Laboratorio 987. La economía, el sexo, la política, el lenguaje y la filosofía son los vértices desde los que Adriana Lara, Judi Werthein, Isabel Carvalho, Carolina Caycedo y Carla Fernández -"comisariadas por María Inés Rodríguez-" abordan unos trabajos gestados con la finalidad de generar el debate y la participación de toda la sociedad. «El arte debe ser una actitud y el artista genera inquietudes en la sociedad o no es», abría el debate María Inés Rodríguez.

Vértice cercano a la semiótica es el que aborda Adriana Lara. La artista mexicana ultimaba ayer su proyecto Números (Desambiguación), con el que refleja la posibilidad de encontrar realidades ajenas a la servidumbre de la cultura, de la intoxicación de la realidad provocada por la intervención humana. Lara plantea una serie de esculturas que son en realidad números, con los que demuestra que es posible deconstruir el lenguaje. «Crecí en un ambiente en el que el feminismo se respiraba, con lo que no tuve que asumir mi emancipación. Era algo que se daba por hecho», destaca Adriana Lara. Y añade que durante siempre ha llevado esta conducta hasta sus últimas consecuencias. «Creo mi propio lenguaje porque considero que todo acaba alterándose con la posesión y a casi todo, como al joker, que es un símbolo neutro, puede adjudicársele cualquier valor», explica. Es decir, la iniciativa de Adriana Lara se concentra en la posibilidad de destruir o alterar significantes, liberando con ello, emancipando así los significados y, por lo tanto, la realidad de la servidumbre provocada por la cultura.

Carla Fernández aborda el conflicto desde el punto de vista de algo que, en principio, podría resultar paradójico si se coloca junto a la idea de emancipación: el mundo de la moda. «En México es difícil hacer ropa porque no existe un sistema industrial como en Europa o en Estados Unidos», destaca la diseñadora, que subraya que su objetivo es desarrollar un producto que tenga lenguaje propio, en la senda de lo que hasta ahora han hecho los japoneses. Por ello, trabaja cada temporada con las mismas cooperativas indígenas, integrando a las mujeres en un proceso que elimina la frontera económica de la miseria y les permite no sólo acceder a la emancipación sino aumentar la de los demás. «La moda es uno de los procesos que implica una cadena más larga de colaboración», precisa Fernández, que añade que si hubiera más iniciativas como la suya, comenzaría a reducirse el número de factorías de ropa que pagan salarios de esclavitud en el Tercer Mundo.

Caminemos juntas. Carolina Caycedo lleva varios meses en León, donde ha trabajado en un gran proyecto que involucra a gran parte de la sociedad. En su gran carpa está impreso el espíritu de solidaridad que compone una de las patas de la emancipación. «Anarquía desde lo político; autogestión y autocontrol. Mis referentes son de género, pero en lugar de buscar la igualdad, yo trato de aproximarme al hombre a través de la potencia de las diferencias», manifiesta Caycedo, cuyo objetivo cuando el Musac le encargó el proyecto fue que éste diera lugar a nuevos enfoques, a otros puntos de vista, a nuevas iniciativas surgidas bajo los auspicios de esta colcha de fraternidad. «Cuando un museo te encarga un proyecto te está dando poder. Y yo creo que ese poder hay que repartirlo. Por eso, solicité la ayuda de todos los que se sintieran emancipados, para que este trabajo también fuera suyo, para que se convirtieran en propietarios en la misma medida que el Musac».

Por último, la intervención de Judi Werthein, Sal si puedes , está relacionada con una clase de barrios que existen en todas las ciudades del mundo, lugares que parecen hacer invisibles a los habitantes que los pueblan y que la artista utiliza como medio para hablar de la relación entre amo y esclavo. «En mi trabajo analizo diferentes dinámicas de poder para demostrar que la dialéctica de la emancipación no es posible», explica. Para la artista argentina hay una dinámica establecida en el ser humano que se construye a través de las relaciones de poder, «fuerzas invisibles que nos manipulan continuamente». «Durante la historia, esas relaciones se desplazan para dar lugar a nuevas estructuras de dominación», subraya Werthein. Para luchar contra el aforismo de Lampedusa, la artista ha transformado la señalética del museo, demostrando que, a veces, tan sólo con una palabra se puede cambiar toda la realidad. La pregunta es si a veces es posible introducir en el mundo una simple palabra.

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