El invento del maligno
Halloween
La lúdica mitología de halloween se ha instalado entre nosotros. Hace menos de dos décadas no estaba en nuestro imaginario colectivo. Pero el cine y la televisión hacen milagros de traslación cultural. En la balanza está el alto número de producciones americanas tanto de largometrajes como de series de televisión y sobre todo de animación infantil que incluyen temas propios como este, frente a la escasa producción española y europea en general.
El resultado es un cambio de costumbres y una influencia en los productos derivados que se consumen. Vivan los esqueletos, los dientes de vampiro y las calabazas. La operación no es nueva, ni el debate acaba de empezar. Cada tiempo ha tenido su fórmula. En los años veinte, Hollywood rodaba en paralelo versiones de sus grandes producciones.
Y en el terreno que estamos, el Drácula que universalizó Bega Lugosi, dirigido por Tod Browning, tenía su réplica de rodaje nocturno con los mismos decorados, cambiando de actores.
El español Carlos Villarías encarnó a ese Drácula que hablaba español, gracias a la adaptación de guión de otro compatriota, Baltasar Fernández Cué.
A pesar de la instalación de Lugosi en los altares del cinematógrafo, los historiadores del cine dan preeminencia a la versión dirigida por George Melford. No en vano, ver el rodaje matinal y revisar el copión, les darían pistas para mejorar desde los encuadres a la iluminación. Perdido en el tiempo, renace cerca de halloween este Drácula españolizado gracias a la nueva banda sonora de uno de los grandes de la guitarra eléctrica, Gary Lucas, que tocará en directo para la proyección especial del -clásico- en el festival de cine europeo de Sevilla el próximo lunes.
Así nos conquistaba Hollywood en 1931 antes de los doblajes, que tanto daño han hecho a la industria propia. Ahora asaltan las mitologías infantiles que viven una nueva cultura del -truco o trato- sin saber muy bien de donde salió. Un consuelo: calabazas propias tenemos.
Y argumentos de películas también.
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