Diario de León

Matute ingresa en el club Cervantes

La escritora catalana se convierte en la tercera mujer en la historia en conseguir el Nobel de las letras hispanas

Ana María Matute, ayer, en su domicilio de Barcelona tras recibir la noticia de la concesión del Cer

Ana María Matute, ayer, en su domicilio de Barcelona tras recibir la noticia de la concesión del Cer

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josé oliva | barcelona
León

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Si a Picasso la inspiración le sorprendía trabajando en el lienzo, a Ana María Matute la noticia del premio Cervantes -”sí, por fin se lo han dado-” le ha llegado en una casa en obras, en la que los libros se amontonan por centenares para evitar el polvo de los albañiles. En ese contexto, un grupo nutrido de periodistas entrevistó hace unos días a la escritora barcelonesa con motivo de la publicación de La puerta de la luna , con todos sus cuentos. Llegar a la casa de Ana María Matute, en el barcelonés barrio del Guinardó, responde al perfil de una etapa del Tour hors categorie , poco apropiado para una persona de 85 años. «Sí, sí, 85 y no 84, que en Internet muchos me quitan un año», acierta a decir la flamante ganadora del Cervantes. La avenida Virgen de Montserrat, donde se encuentra su casa, exhibe en ese tramo una empinada inclinación que bien podría ser una metáfora de la vida de la autora, trufada de dificultades y penurias ya desde niña. Recibe a sus interlocutores en el salón, un salón lleno de pilas de libros. Hay cientos de libros, novelas, algunas, pero, sobre todo, sesudos ensayos de historia, algunos en inglés.

«No os penséis que esto está así siempre, pero es que estamos de obras, y con tanto polvo hemos tenido que trasladar aquí la biblioteca de mi hijo», repone la escritora barcelonesa.

Los cuentos. Su hijo se dedica a la historia contemporánea, pero ella prefiere la época medieval. No es por eso casual que, entre los montones de libros que desafían a la gravedad, se encuentren varios ejemplares de su novela Olvidado Rey Gudú , su libro favorito, se apresura a decir; una obra ambientada en la época medieval en la que la fina pluma de la autora de Los Abel entreteje elementos de la literatura fantástica, de los libros de caballería y de los cuentos de hadas. Para Matute, «en los cuentos infantiles clásicos, que hunden sus raíces en la Edad Media, está todo: la marginación de la mujer en La Bella Durmienta o el hambre del campesino en Hansel y Gretel y en Pulgarcito ».

Antes de entrar en materia y de arremolinarse en un sofá de dos plazas repujado en cuero negro, Matute habla de cosas prosaicas, de su última perra, el único can que le queda vivo de los cuatro que llegó a tener. «Es la más joven, por eso está viva» y no puede evitar un punto de emoción al recordar a los que ya no están: «Te da mucha pena cuando se mueren», comparte con el fotógrafo. La entrevista discurre con total cordialidad, con ese verbo fácil de la Matute, con ese humor tierno y socarrón en momentos tan de la Matute, y con esa distancia de quien contempla la vida, los 85 años vividos, desde una doble atalaya, la del Guinardó y la del sobreático en el que habita. Cuando todavía no sabía que el destino -”el mismo nombre de la editorial en la que ha publicado siempre-” le depararía los laureles del Cervantes, Matute mostraba una satisfacción más que comedida y argumentaba su escepticismo: «He estado muchos años en el candelero y no me lo han dado, pero yo no escribo para que me den premios, sino que me dan premios porque escribo».

Y así ha sido, porque la mujer que ocupa el sillón «K» de la Real Academia, acumula una retahíla de galardones y distinciones que casi parece una letanía medieval: Café Gijón, Planeta, Crítica, Nacional de Literatura, Fastenrath, Lazarillo, Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, Nacional de las Letras Españolas y ahora el Cervantes.

No ocultaba, aunque con cierta indiferencia, que, si se lo daban, se alegraría mucho, y añadía: «No sé si sería un broche o una cremallera a una carrera», pero «tampoco eres mejor escritor porque te den un premio o no, lo importante es tener lectores». El broche, sin duda, sería un Premio Nobel para que el fue propuesta en 1976, en unos años de silencio literario que parecían indicar el final de su trayectoria narrativa, luego desmentido por nuevas novelas y relatos. Y los premios no la retiran, pues su lúcida cabeza -”«sólo me falla la carrocería»-” ya está pergeñando la que será su próxima novela, en la que en parte volverá a su admirada Edad Media.

Matute cree que su galardón hacen de estos días un momento dulce para la literatura en castellano hecha por mujeres. «El machismo está quedando lejos, se están dando pasos importantes, sobre todo en la Academia, y está muy bien».

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