Mestre: «Creo en la utilidad de la poesía»
El poeta leonés confesó que un verso de Antonio Gamoneda, que estaba entre el público, cambió su vida
El leonés Juan Carlos Mestre, los vallisoletanos Gustavo Martín Garzo y Eduardo Fraile, y el salmantino Luciano González Egido protagonizaron ayer en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara la mesa redonda Poetas y narradores de Castilla y León, donde rechazaron de forma unánime cualquier diferenciación entre verso y prosa, para subrayar el valor y el poder de la palabra y la literatura, definido por Garzo como «un acto de redención para el hombre».
Ante un auditorio muy concurrido que derrochó aplausos tras cada intervención de los participantes, Martín Garzo aseguró que «la palabra de la literatura es por encima de todo palabra poética, una palabra capaz de dar vida. No sólo está en manos de los escritores, sino de cada uno de nosotros. La lectura debe tener la capacidad de dar la vida, porque se lee para vivir con más intensidad, cada uno de nosotros, su propia vida».
El Premio Nadal citó al poeta mexicano Octavio Paz para afirmar que «la poesía vuelve habitable el mundo», antes de sentenciar que «ése es el gran poder de la literatura». En su intervención, Martín Garzo argumentó que «un libro debe ser algo semejante al Arca de Noé: el escritor reúne en él aquello que más ama, que no quiere que se pierda bajo ningún concepto, y lo pone en manos del lector».
El relevo lo tomó el Premio Nacional de Poesía 2009, Juan Carlos Mestre, para quien «tal vez una de las tareas de los escritores sea repoblar espiritualmente el mundo».
El poder de Gamoneda. Arrollador, recordó que con 14 años leyó por primera vez un libro de poesía contemporánea, donde encontró un verso que cambió su vida: «La belleza no es un lugar donde van a parar los cobardes». Su autor, Antonio Gamoneda, escuchaba atento en el auditorio mientras Mestre recordaba otra de sus frases («El óxido se posó en mi lengua con el sabor de una desaparición» que le hicieron darse cuenta de «la soberbia obstinación del poder para mentir, y del valor que pueden tener las palabras de un poeta como una sublevación inmóvil permanente», instando a «convertir la poesía en un acto de defensa propia». «El poeta, con sus palabras, pone voz a aquello que está en la intemperie, a las voces de los olvidados que siguen diciendo: -˜Soy inocente, tengo derechos, no me mates-™. El poeta vuelve a nombrar la sonrisa de los muertos, a restablecer la justicia en el lugar donde no estuvo, por eso la poesía es el restablecimiento de la memoria histórica», subrayó. Las referencias de Eduardo Fraile condujeron hacia Proust, quien, en su opinión, «nos enseñó que con las palabras podemos construir tiempo». «Para mí, la palabra poética es el lenguaje en estado de gracia, el instante vital de todos los tiempos. Un espacio en el que cualquier exterior se convierte en interior. Creo que el arte, que es artificio, se convierte, o deviene con el tiempo, por la vocación obstinada de su naturaleza, en el artista», expuso antes de explicar que «el tiempo me ha enseñado a que las palabras se digan, ellas solas, a través de mí». El más polémico fue Luciano G. Egido, quien recordó a Baroja, que «decía que la diferencia entre poesía y narrativa era que los poetas escribían sólo la mitad de la línea y cobraban como si hubiera escrito la página entera». Esa primera chispa se avivó al confesar ser «bastante pesimista sobre el destino del arte literario y el arte en general; creo que todo está comercializado y rebajado de intensidad para que no pensemos». Una idea que avivó aún más a sus compañeros de mesa cuando afirmó: «No creo que la literatura vaya a cambiar el mundo, ni que tenga una función social».
Fue Mestre el primero en darle réplica, para asegurar que «la poesía es un discurso republicano, en el que todas sus partes son ciudadanos libres». «Creo radicalmente en la utilidad de la poesía, porque creo en la utilidad de las palabras, que han sido hechas para construir la sociedad. Las palabras no son sino las etiquetas de las ideas. A mí no me interesa la literatura que no contribuya al reconocimiento del semejante como un igual», concluyó. Martín Garzo cerró la velada subrayando que «la literatura tiene que ver con la voluntad de salvar, y ese acto de salvación es una trasgresión contra el poder. La literatura tiene que ver con la intensidad, y con la capacidad de unir realidades separadas. Gracias a ella podemos hablar con los muertos, escuchar a las fuentes y a los animales».