Veladuras sin velos

Es sorprendente comprobar cómo un pintor que desde que terminó su periplo de aprendizaje en Bellas Artes se había dedicado de mil formas distintas a trasladar a sus cuadros la belleza de la arquitectura ha cambiado ahora de forma radical la dureza de las piedras por las cálidas texturas de la piel de unos sugerentes desnudos que interpreta tanto con el carboncillo como con los pinceles.

En una de sus primeras exposiciones, la que realizara en los ilustres sótanos del Palacio de Botines, mostró una interesantísima visión de las decadentes mansiones que son herencia de finales del siglo XIX y principios del XX; unas pinturas gestuales que, a través de su colorido, trasladaban al espectador a un mundo de perdidas nostalgias. Otro capítulo importantísimo en su ya larga carrera fue la representación pictórica del románico, el rescate de las viejas piedras marcadas por los canteros medievales. En ese caso se permitió incluso trasladar algunas de sus obras a las tres dimensiones, haciendo una espectacular instalación en el suelo del Centro Cultural de Santa Nonia. Hubo otros intentos no tan redondos hasta llegar a su primera incursión en el desnudo. Desnudos vistos desde una perspectiva absolutamente académica, que colgaron en las paredes del Palacio de Don Gutierre y que fueron preludio de la gran muestra que ahora presenta el artista de Fontecha en la improvisada sala de exposiciones del Auditorio Ciudad de León.

Variaciones y desvaríos ha titulado el artista esta serie de óleos y dibujos. Según sus propias palabras, estos cuadros constituyen «un acercamiento a la intimidad de una serie de personas anónimas que se han brindado a servir de modelo. Entre el pintor y ellas se ha establecido una relación importante, se ha hablado mucho, se ha escuchado música-¦ se ha creado un vínculo que luego se refleja en el lienzo. No se trata de modelos profesionales, sino de amigos y conocidos que han permitido al artista establecer una comunicación personal, y quienes han tenido la paciencia de posar durante muchas horas. Porque hay que dejar constancia que estos cuadros están pintados en riguroso directo, sin que haya habido de por medio fotografías u otros métodos que no sea el lento pintar intentando mantener la complicidad entre el pintor y el modelo durante todo el proceso».

El resultado son unos cuadros llenos de vida y sensualidad en los que el color tiene un enorme protagonismo, en los que la luz se convierte en cómplice necesario.

Y, también, unos dibujos en los que el leonés Ángel Cantero demuestra su maestría a la hora de jugar con las líneas. Unos cuadros y unos dibujos que hay que ver en la exposición, a tamaño natural, para poder apreciar perfectamente la magnitud de la obra de este interesante pintor.