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Publicado por
José Javier Esparza
León

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Despedimos hoy un año con efeméride: en 2010 se cumplía el vigésimo aniversario de las primeras privadas, Antena 3 y Telecinco. Veinte años después, la televisión en España se ha convertido en un negocio gigantesco. La industria audiovisual ha crecido al mismo compás y ha alcanzado un grado de desarrollo notable. Pero pese al dinero ganado y la pericia adquirida, nuestros canales aún son capaces de fabricar sonoros fracasos.

¿Quién se acuerda de uno de los grandes fiascos del año, el reality de Antena 3 El marco? Aguantó solo dos emisiones. ¿Quién se acuerda del bochornoso I love Escassi, en Telecinco, donde quince hembras competían por ligarse al macho equitador? Fue otro fracaso. Los que calculan estas cosas dicen que el porcentaje de apuestas fallidas en este año supera el os odios entre personajes famosos. O el tenaz Sálvame, en el que Telecinco ha apostado hasta el punto de convertirlo en mascarón de proa del canal, y que ha llenado de estiércol la pantalla como nunca nadie antes lo había hecho. O la gigantesca estafa de Más allá de la vida, igualmente en Telecinco, que convierte la superchería espiritista en fenómeno de masas. O, siempre en Telecinco, el pasmoso dispositivo de explotación comercial de la figura de Belén Esteban, que ha llegado al extremo de manejar la hipótesis de que esta señora podría entrar en la arena política bajo la etiqueta de «la princesa del pueblo». Cuando una cosa así adquiere carta de naturaleza, es que nuestra tele (o quizá nuestra sociedad) está muy enferma. Y a propósito de princesas, no es posible dejar de mencionar el terrible merengón de Felipe y Letizia, que ha conquistado las cumbres del ridículo. Notará usted que la mayor parte de los productos tóxicos vienen de la mano de Telecinco, que es, al mismo tiempo, la cadena más rica y poderosa, como acaba de demostrar zampándose a Cuatro. Sintomático.

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