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León

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El invento del maligno josé javier esparza

La Sexta estrena este fin de semana un nuevo programa (valga la precisión, porque a veces se estrenan programas viejos). Se llama Princesas de barrio y consiste en contar la vida de cuatro mujeres de entorno suburbano y más bien menesteroso. No es difícil adivinar el origen de la ocurrencia: puesto que el -˜fenómeno Belén Esteban-™ ha sido un éxito comercial, explotemos el mismo filón y convirtamos a señoras de pareja extracción en belenes potenciales.

Las mujeres escogidas son «una madre soltera que trabaja en una nave industrial, una cantante de orquesta que tras siete años de noviazgo y dos hijos ha decido casarse, una joven gogó para la que su espectacular físico lo es todo, y un ama de casa extravagante y con una personalidad arrolladora cuya meta es encontrar la fama inmediata».

Estas señoras «viven en su barrio de toda la vida y en su mundo las operaciones de aumento de pecho o el mundo de la noche forman parte de su existencia». Repito la definición exacta que proporciona el propio programa, para que nadie diga que un servidor deforma las cosas.

Y para terminar de caracterizar a las protagonistas, la cadena envuelve todo eso en una especie de épica urbana bastante extravagante: «Las protagonistas de este nuevo programa -”nos estimula La Sexta-” son completamente diferentes entre sí, pero tienen algo en común: son fuertes, han decidido decir siempre lo que piensan, hacer lo que piensan, vestir como piensan y no les importa que haya gente que no las comprendan».

Bien, pero, ¿qué quiere decir exactamente «piensan»? Pensar es una operación compleja, su resultado depende de los dones y el esfuerzo del pensador, y es una evidencia que no todos los pensamientos valen lo mismo.

Los pensamientos de las protagonistas de Princesas de barrio, según se nos presenta la aventura, no parece que vayan a asombrar al mundo. Al final, todo consiste en una simple apología de la vulgaridad, bajo la convicción -seguramente no errónea- de que la vulgaridad es mayoritaria y, por tanto, ofrece mejores expectativas de negocio que la excelencia. España, en fin.

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