Diario de León

Entrevista | JULIO LLAMAZARES | ESCRITOR

«Un escritor debe desconfiar siempre de la sociedad que le premia y le halaga»

«La literatura le importa a muy poca gente». Con frases tan contundentes como esa se refiere Llamazares, autor de 'Tanta pasión para nada', a un panorama actual en el que muchos autores «han acabado conv

El escritor Julio Llamazares (Vegamián, 1955).

El escritor Julio Llamazares (Vegamián, 1955).

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emilio gancedo | león
León

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Un amor encontrado ya a las puertas de la muerte; una patada a un balón de la que dependen miles de sueños; una mujer que resuelve, pero sólo por casualidad, el gran misterio de su vida... son algunos de los enigmas que plantea el leonés Julio Llamazares en su nuevo libro, Tanta pasión para nada (Alfaguara), recopilación de cuentos en los que el enardecimiento nunca es garantía de salvación.

-¿Dónde se encontraba en aquel instante, cuando el fatal penalti de Djukic, y qué le pasó por la cabeza cuando lo paró el portero? ¿Sintió de inmediato la necesidad de escribir un relato sobre aquel hecho?

-Lo recuerdo perfectamente: en el Hotel Reconquista de Oviedo. Había ido a la Feria del Libro de esa ciudad y a la hora del partido me fui con el delegado en Asturias de la editorial y con otros dos amigos a mi habitación del hotel para poder ver el partido con tranquilidad. Como a muchos, me impresionó la escena, que en mi caso tuvo unas circunstancias aún más dramáticas que no voy a contar ahora, pero de ningún modo pensé en convertirla en cuento en ese momento. Eso sí, cuando algún tiempo después Jorge Valdano me llamó para pedirme un relato para una antología de cuentos sobre fútbol, enseguida pensé en ella: aquel pobre yugoslavo en cuyas botas estaba el sueño de toda Galicia y de toda la gente que, como yo, queremos siempre que el pobre gane al rico.

-Sentir pasión, fervor, a la hora de emprender cualquier actividad, ¿qué suele deparar? ¿Es que necesitaríamos mayor frialdad, situarnos a mayor distancia, en el enfrentamiento diario con esta vida nuestra?

-Sin pasión, sin pasiones, no es posible vivir. El título de mi libro no niega la pasión; lo que niega es la creencia en que las pasiones nos salvarán de algo. La vida es una pasión inútil, pero hay que vivirla a tope porque es la único que tenemos. Mientras nadie demuestre lo contrario, claro.

-¿Desde cuándo están escritos estos cuentos ahora recopilados? ¿Nota alguna diferencia en la temática o en el estilo de los primeros con respecto a los últimos?

-Este libro reúne la mayor parte de los cuentos que he escrito desde el anterior, que se llamaba En mitad de ninguna parte . Algunos aparecieron ya en periódicos, incluso en libros, como El penalti de Djukic o Los viajes del tío Mario , pero más de la mitad son inéditos. Respecto a su cohesión estética no encuentro gran diferencia entre ellos, pese a su diversidad temática; por eso decidí unirlos y publicarlos juntos. Para mí la coherencia es fundamental.

-¿Qué criterio ha empleado para reunir los relatos? ¿Hay alguno que se haya quedado fuera? ¿Y uno, de los de dentro, que adquiera para usted un significado especial?

-He dejado alguno fuera, precisamente por lo que decía hace un momento. Otro se cayó del libro, no por eso, sino porque va a aparecer individualmente en una edición ilustrada por un amigo pintor. Se llama El valor del agua y habla de los pantanos. Por lo demás, no sabría destacar ninguno. Todos me pertenecen y cuentan algo de mí, como sucede con las novelas.

-¿Cómo afronta la escritura de un relato? ¿Qué tipo de lecturas o actividad profesional cree que ha influido más en esa escritura?

-El periodismo y la literatura no están tan lejos como se cree. En mi caso mucho menos, puesto que durante muchos años he conjugado ambas actividades. Así ocurre que hay un trasvase continuo de temas entre mis artículos y libros de ficción y viceversa. Como dijo una vez Rosa Montero, «cuando hago periodismo escribo lo que sé; cuando hago literatura, escribo lo que no sé que sabía».

-Un vistazo al panorama editorial actual nos depara librerías atestadas, miles de editoriales, y en cuanto a los escritores, unos relampaguean y desaparecen en un abrir y cerrar de ojos mientras otros son conducidos como atracciones de feria... Sin embargo, pese a toda esa producción, no parece que la gente sea más reflexiva, ni más culta (quizá al contrario) ¿Qué está pasando?

-Está pasando de todo. Mi opinión es que en España ha habido un desarrollo cultural inversamente proporcional al económico: a mayor capacidad adquisitiva, mayor consumo; a más posibilidades educativas y tecnológicas, más tontería y frivolidad. La gente tiene un ordenador en casa y piensa que ya lo sabe todo. El niño tiene un móvil de cuarta generación y se cree el rey de la selva. Y así sucesivamente. Es lo que siempre ha pasado con los nuevos ricos. Lo que sucede es que los españoles ni siquiera somos ricos de verdad. Ha bastado una crisis económica, que no es la primera ni será la última (la crisis es como el cambio climático: que hay varios todos los siglos), y toda esa fantasía se ha ido por el horizonte. Y la gente se ha quedado como las vacas mirando al tren. ¿Qué ha pasado? ¿No éramos maravillosos? Pues mire usted, no. Ni éramos ricos ni maravillosos. Eramos un país de medio pelo que de pronto nos creímos lo que no éramos.

-¿Y con los escritores ha pasado lo mismo?

-Sí, con los escritores, el mundo editorial, el cine, etc. ha ocurrido exactamente lo mismo. Los escritores se ha convertido (no todos, afortunadamente) en bufones de una sociedad que les recompensa dándoles premios, medallas y reconocimientos, y haciéndoles creer que son importantes. Y es mentira. La literatura le importa a muy poca gente. Por eso yo opino que un escritor nunca ha de ser admirado. Un escritor debe desconfiar por principio de la sociedad que le premia y le halaga como a los futbolistas. Porque su función es otra. Su función, si es que tiene alguna, es golpear las conciencias de la gente, incomodar, sembrar dudas, hacer replantearse sus ideas y su vida a los lectores, ayudar a los demás a vivir más intensamente, que no es poco.

-En 1988, con 'La lluvia amarilla', lanzó un brutal llamamiento contra la despoblación rural. Después de todo este tiempo, ¿cree que las voces de alarma han servido para algo? ¿Cómo ve hoy nuestra tierra tras los EREs y la relegación de la provincia a los vagones de cola de cualquier índice de crecimiento?

-Los escritores no cambiamos nada. Si acaso a largo plazo, pero poco. ¿Qué han cambiado Cervantes o Valle Inclán? Si miras alrededor, España sigue llena de quijotes, de sancho panzas, de lazarillos, de max estrellas... España no ha cambiado practicamente nada en el fondo desde Viriato. ¿Y que cómo veo León? Pues jodido, a qué te voy a engañar. Pero no es que sea un visión mía; basta con mirar los datos económicos, demográficos, de perspectiva; basta con ver el nivel general de nuestros políticos (a los que, ojo, elige la gente, por lo que la representan meridianamente)... Yo llevo ya 30 años viviendo fuera de León y cada vez que vuelvo veo con pena que va a peor. El campo está despoblado, las ciudades son geriátricos y los jóvenes no dejan de emigrar. Y, mientras tanto, los políticos siguen tirándose los platos a la cabeza en vez de unirse, diferencias ideológicas al margen, para tratar de salvar los pocos trastos que quedan. Me criticarán seguro por decir esto, pero me importa poco; siempre me ha importado poco. Con permiso de Merino, al que respeto y admiro mucho, como a la mayoría de los escritores leoneses, lo último a lo que aspiro es a que me hagan Leonés del Año.

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